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Paso mínimo necesario

30/3/2020

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Dejar para mañana. Parte 4
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Y ahora un consejo no pedido.

Si quieres empezar, plantéate como objetivo solamente dar el paso mínimo necesario (PNM).
 
EL PMN es algo tan fácil de hacer que tu mente no te va a boicotear con su arsenal bien provisto de razones para que no lo hagas.
Es algo tan fácil de hacer que las sensaciones de agobio, pereza, malestar no se alzarán entre tú y la acción como una barrera infranqueable.

Aquí te dejo algunos ejemplos de PMN: ponerme las zapatillas para ir a correr, sacar el chromebook de la mochila para ver qué tengo que hacer hoy, hacer la lista de la compra eliminando comida basura o con alto contenido en azúcares refinados, buscar la dirección del taller donde pasar la ITV, encender la plancha y llenarla de agua, …

Puede que te suene ridículo si ya haces esas tareas sin ninguna dificultad.

Pero también puede suceder que tu mente acostumbrada a boicotear tus buenas intenciones te esté esperando a la vuelta del camino para ponerte la zancadilla.
Así que, identifica lo que para ti es el PMN para la tarea que te propone sin ningún compromiso de acción. Ya decideras después, si lo haces o no
 
Y ahora ¿Qué puede pasar?
Que lo hagas, es tan fácil.

¿Y qué puede pasar si empiezas?
Pues que puede que sigas.
 
¿Y cómo continuar después?
 
Lo que viene después es un ejercicio de aprender a hacer con el malestar y sin ganas.
 
¡Que vaya tontería! ¿Que cómo puedo decir esto?
Pero si no estoy motivado, si no tengo ganas ¿cómo lo voy a hacer?*
 
¿Ves?

Has vuelto a caer en la rueda de las razones para no hacer.

La cuestión es si hay algo valioso para ti en hacer aquello que pospones: disponer de ropa limpia y planchada en el armario, tener un coche con todas las garantías para llevarte a ti y tu familia, saber cómo están tus padres que viven solos en otra cuidad, aprobar el examen de francés, revisar las propuestas antes de la reunión con tu jefe …
 
Hacer con malestar y sin ganas no es masoquismo, es aprender elegir en base a valores, a mover los pies en dirección a aquello que tiene sentido para ti.

La buena noticia es que sí, puedes hacerlo.
La mala noticia, o tal vez no tan mala, es que nadie lo va a hacer por ti.
 
Para hacer ese algo distinto, vas a tener que notar precisamente lo que evitas: abrirte a sentir la pereza, notar las pocas ganas, escuchar las buenas razones que tu mente te presenta y las estupendas alternativas que te ofrece y persistir. Haciendo lo que toca hacer.
 
¿Qué no es fácil?
Probablemente no lo sea, ni yo tampoco te haya dicho que lo fuera.
 
¿Quieres probar y me cuentas cómo te ha ido?
 
 
*Te sugiero leer o releer el post “No hace falta tener ganas para cumplir con tus compromisos”.
 
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Burlando la Ley de la Gravedad

27/3/2020

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Dejar para mañana. Parte 3
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Vivimos en la gravedad.
¿Alguien se acuerda de esto en su día a día?

Cuando se te cae la tostada por la parte untada de mantequilla ¿te acuerdas de la gravedad o de la ley de Murphy?
 
Con las conductas de evitación pasa lo mismo.
Se convierten en hábitos tan presentes que ni nos damos cuenta de cómo actuamos.
 
Así que cuando se plantea una nueva situación, -recuerda que estamos hablando de procrastinación-, volvemos a poner en marcha los mismos mecanismos.
 
¿Por qué?
Porque nos funcionan.

Si una conducta se mantiene, es que funciona. Al menos a corto plazo.
No es un axioma, pero como si lo fuera.
 
¿Cómo hacer para no caer bajo el hechizo del corto plazo?
¿Cómo mantenerte firme en tu propósito sin sucumbir a los placeres inmediatos mucho más atractivos que el esfuerzo y la constancia?
 
Circe, la divina entre las diosas, le advirtió a Ulises que para evitar la muerte y el destino al que inevitablemente le llevaría atender los cantos de las sirenas, se hiciera atar de pies y manos al mástil de su barco y que todos sus hombres rellenaran sus oídos con cera para no caer bajo el encantamiento de sus propuestas.

¿Crees que te funcionaría pedirles a tus padres que te ataran a las patas de la silla para que te quedaras sentado delante de la mesa para estudiar?
Seguro que algunos padres lo han pensado, incluso alguno de nosotros hemos buscado limitaciones para evitar engancharnos a comportamientos que sabemos poco útiles incluso perjudiciales.

A corto plazo, a veces funciona.  Pero hemos renunciado al ejercicio libre de nuestra autonomía, de nuestra libertad.
Y esto a largo plazo tampoco funciona.
 
Entonces, si no es a la fuerza, ¿cómo?
 
Volviendo a la Odisea.
Ulises quiere volver a casa, volver a su reino, reencontrarse con su mujer Penélope y con su hijo Telémaco que no conoce después de tantos años vagando por el mundo.
Ulises tiene una meta, una familia, un reino.
Un sueño, volver con los suyos.

Tiene valores, justicia, coraje, amor, responsabilidad que guían sus decisiones, su lucha, para andar el camino de vuelta por difícil que este se ponga.
 
Y para ti, ¿qué hay de valor en aquellas acciones que emprendes y pospones una y otra vez?
 
¿Qué sentido tiene sacar buenas notas, perder 20 kilos, hacer deporte?
¿Qué valor hay en compartir una tarde con tu mujer para acompañarla de compras?
¿Renunciar a un plan con los amigos porque tus padres están de paso ese fin de semana?
¿Cuidar de tu sobrina para que tu hermana pueda salir con su marido?
¿Quedarte en casa confinado por el real decreto que declara el estado de alarma?
 
Cuando lo que tienes que hacer, no te resulta atractivo y además carece de sentido para ti, hay pocas probabilidades de que lo vayas a ejecutar si no es bajo algún tipo de coerción.
 
Y como ya apuntaba antes, la imposición tampoco funciona a largo plazo.
 
Si quieres ser libre y elegir en base a lo que a ti te importa para desviar las artimañas de los cantos de las sirenas tendrás que prepararte para lo que viene: el momento de la acción (la casilla HAGO del post anterior).
 
Puedes pararte y mirar ¿qué hay a largo plazo que tenga valor para ti?
 ¿Sigue siendo valioso para tí el ser un marido cercano, un padre comprometido, un hijo responsable, un ciudadano honesto… cuando se presentan el aburrimiento, el cansancio, la desgana?

Es en el momento de la acción en el que puedes elegir entre sentarte a hacer los deberes en dirección a aprender y aprobar, sacar buena nota, sentirte orgulloso o mirar un capítulo y luego otro de la última serie a la que te has enganchado en Netflix para escapar del tedio que te inspira la física.
 
Es en el momento de la acción en la que puedes optar por dejar el bricolaje y acompañar a tu hijo al partido de fútbol y socializar con otros padres con los que no compartes afición ni intereses.
​
Es en el momento de la acción cuando puedes escoger entre salir con tu amiga o quédate en casa para echar una mano con las cajas de la mudanza.
 
Renunciar a lo que te gusta y hacer lo que no te apetece no tendría ningún sentido si no fuera porque el hacerlo tiene consecuencias positivas en el largo plazo y en relación con el tipo de personas que quieres ser.
 
Me puedo sentir muy aliviada no quedándome con otras madres en la fiesta de cumpleaños a la que he llevado mi hija porque me aburre las conversaciones de siempre. Pero tal vez tenga sentido para mí que mi hija al levantar la cabeza del juego de bolas encuentre mi mirada y sienta mi presencia. Al menos en alguna ocasión.
 
Si cumplir con lo que tienes delante te acerca a la persona que quieres ser, prueba a ver cómo te va si te das la posibilidad de sentir ese malestar, escuchar la letanía de buenas razones que te apartan de tu objetivo y te pones a ello.
 
 
En el próximo post termino con un consejo no pedido.
​
El paso mínimo necesario.

Si todavía te quedan ganas no vemos allí.
 

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Con gafas de aumento

23/3/2020

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Dejar para mañana. Parte 2

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Te voy a regalar unas gafas de aumento.

Si te acostumbras a llevarlas empezarás a ver ciertas coherencias entre la maraña de “lo que quiero hacer pero no” y la confusión de lo ”que hago pero tampoco me vale”.
 
Pongámonos en situación:
- Yo: ¿Te acuerdas de la propuesta que te hice en el post anterior?
-Tu: Si
-Yo: Genial, vamos a verlo.
-Tu: No
- Yo: Ok, vamos a empezar por el principio.
 
Vete a una situación reciente, o a una que recuerdes especialmente bien, en la que te hayas visto dejando pasar horas, días, incluso semanas, sabiendo que tenías algo pendiente que hacer: una llamada a tus padres, estudiar las oposiciones, salir a correr … Añade aquí tu propia experiencia.

Concéntrate bien y mira lo que pasa en ese momento, como si tuvieras una lupa, como si fueras a escribir un guion de cine para que Almodóvar lo llevara a la gran pantalla.

Si tienes imaginación y te gusta fantasear ponle un título “Lo que el tiempo se llevó” “Mi vida sin mí, cuando tengo que hacer los deberes” “Estoy más hundido que el Titanic” o “Adrián Potter, prisionero de mí mismo”.
Vale ya está bien de divagar.
 
Ahora dibuja en un folio 5 casillas, rellena en cada una de ellas con la siguiente información:
 
Casilla 1: SITUACIÓN
Describe el momento en que tendrías que hacer la actividad. Dónde estás, con quién, etc.
Por ejemplo: llego a casa después de un día en el cole. Meriendo, descanso un poco, sé que tengo que estudiar, estoy solo en mi habitación.
 
Casilla 2: SIENTO Y PIENSO
Ahora lleva la mirada hacia ti.
¿Qué sientes?  ¿Qué pensamientos acuden a tu mente?
Fíjate bien en las sensaciones, emociones y pensamientos.
Vienen todos juntos y a veces son tan rápidos y automáticos que ni nos damos cuenta.

¿Qué sientes cuando tienes que coger el teléfono, o cuando llega la hora de abrir el libro o de hacer la tabla de abdominales? ¿Tienes ganas de marcar el número de tus padres y exponerte a la retahíla de preguntas que te van a hacer? ¿Te apetece llegar a casa y ponerte 1h a hacer los deberes? ¿Apagar Netflix para salir a comprar y a continuación hacer la comida que tus hijos devorarán en dos minutos sin unas palabras de agradecimiento?

Si miras bien, verás que todas las tareas pospuestas tienen un componente en común.  En ellas hay algo aversivo, una molestia, un esfuerzo, pensamientos que te dicen que mejor dejarlo para después, que tendrás más ganas, o que tampoco es tan importante si no lo haces ahora …
Unos y otros, emociones y pensamientos, te invitan a evitar el malestar y alejarte de lo que lo produce.
 
Casilla 3: HAGO
ara eludir ese malestar, tú, yo, todos, hacemos cosas.
Unas veces nos buscamos otras tareas aparentemente de interés como llamar a un amigo que está “hecho polvo” porque le ha dejado su novia y “para eso están los amigos” en vez de salir con tu mujer de compras situación que aborreces o te pones a arreglar las plantas del jardín porque estamos casi en primavera y después será tarde, en vez de llevar los niños a la enésima fiesta de cumpleaños de un compañero de clase…
Otras veces saltamos directos al placer a corto plazo, dando la espalda a lo que nos espera: echarme unas partidas de Fornite, ir a la peluquería que no puedo andar con estas canas, salir a comprar porque no tengo nada que ponerme en el armario, pasar horas en el Instagram mirando lo que han puesto amigos y conocidos y pensando que sus vidas molan más que la tuya.
 
Así que “Rien ne vas plus, les jeux son faits” y le dejamos a la ruleta de las emociones (la falta de ganas, él no me gusta) y al tobogán de las razones (luego lo haré, todavía hay tiempo, tampoco es para tanto) llevarnos lejos de aquellas actividades que tenemos que hacer y no nos apetecen, por otras más placenteras.
¿Te has parado alguna vez a contar cuántas horas se han ido delante de la playstation, cuando días has invertido mirando series, cuanto esfuerzo, mentiras y autoengaño has invertido mirando para otro lado?
Después, frecuentemente nos sentimos fatal, culpable por ser un mal padre, una mala madre, un hijo irresponsable…

Nos juzgamos duramente como incompetente, tonto, egoísta, desarmados frente a nosotros mismos.
No entendemos por qué hacemos lo que hacemos y esa falta de coherencia entre lo que hacemos y lo que deberíamos hacer y lo mal que nos sentimos después, nos desespera y nos llena de confusión y frustración.
Tal vez te hayas dado cuenta o tal vez no. Pero acabo de saltar de la casilla 3 de lo que hago, a la casilla 5, la de las consecuencias a largo plazo: Sentirme mal, culpable, impotente.
Vale tal vez no sea obvio. Volvamos un paso atrás.
 
Casilla 4:  CONSECUENCIAS A CORTO PLAZO
Para entender lo que te pasa tienes que mirar a las consecuencias inmediatas.
 
¿Qué pasa cuando decides hacer otra cosa?
 
Vuelve otra vez a la situación que habías elegido para examinar.
¿Qué sientes cuando te enfrasca en esas otras tareas, INMEDIATAMENTE después de haber renunciado a hacer lo que tienes que hacer?
La mayoría de nosotros sentimos alivio cuando escapamos de aquello que no nos gusta ni apetece y/o tememos (miedo al fracaso, miedo a la mirada de los otros, etc).
Las consecuencias a corto plazo, esas, siempre o casi siempre, son apetitivas, un alivio, un placer, un descanso, o simplemente te resultan menos aversivas que lo que te supone el hacer lo que tienes que hacer.
 
Ayudado por tu “mente generadora de razones” que te dice que ya lo harás después, que total no es para tanto, que tú también tienes derecho a descansar y que la vida no va a ser solo cumplir con las obligaciones, caes en la trampa del corto plazo.
Sí. Ahí lo tienes.
Tu mente es muy sabia y las trampas que te pone se disfrazan de sabios consejos o se viste de autocuidado.
 
¿Quieres saber cómo no caer el enredo?
 
Te espero en el próximo post.
Prometido será el último.

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Dejar para mañana (Parte1)

19/3/2020

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Te ocurre que tienes cosas que hacer y lo vas dejando para después, para mañana, para otro momento que sea mejor…
Que cuanto más lo dejas, más te cuesta ponerte a hacerlo. 
Que buscas excusas y te enfrascas en otras actividades que, sin saber por qué, se convierten en prioritarias y te consumen ese bien tan preciado, el tiempo, que es imposible comprar.

Y resulta que después te encuentras con la misma tarea, con menos tiempo para hacerla y un vago sentimiento de malestar, o un puñetazo agudo de culpa que se convierte en una carga más que llevar.

Y cuando al final te pones a ello, en muchos casos te dices: “¡Si no era para tanto!”.
Así que no lo entiendes, y te preguntas con cierto grado de angustia: “¿Por qué no me pondré a ello sabiendo que lo TENGO que hacer?”

Te haces vagas promesas de que esto no se va a repetir, pero a las primeras de cambio te olvidas y te vuelves a encontrar arreglando el armario cuando tienes que hacer problemas de trigonometría, quedando con las amigas para tomar café cuando tendrías que poner fecha a las revisiones médicas que llevas saltándote desde hace 6 meses, llevando el coche a lavar para dejarlo impecable sabiendo que la ITV está sin pasar, pegándote un atracón de series en Netflix en vez de llevar al día la contabilidad de tu negocio, limpiando la bandeja de entrada en vez de responder al contenido de los emails de tus clientes, limpiando el polvo en vez de planchar la montaña de camisas que amenaza con quitarte la vista a la calle…

La lista es finita, pero no para de crecer, como el caudal de un río que va agrandándose a medida que va recogiendo las aguas de sus afluentes y como el sentimiento de culpa y la sensación de impotencia de que “yo no tengo remedio”.
Pero “tranqui” como diría mi hijo, es una situación bastante común, aunque a unos nos tiene más atascados que a otros. 

A esto de dejar para mañana lo que puedes hacer hoy es a lo que se llama procrastinación.
Según la escueta definición del diccionario de la RAE (Real Academia Española), procrastinar, significa diferir, aplazar.

Y ahora una anécdota personal que me sucedió hace al menos 10 años de cuando trabajaba en una multinacional.
El director de nuestra división, con fama de ser un ogro, reputación que se ganaba a pulso, para darme a entender que tal vez no estaba haciendo lo que tenía que hacer (temas de comunicación a clientes) me preguntó que, “si tal vez no estuviera…” aquí hace una pausa, y me dice “en inglés se dice procrastination, no encuentro la palabra en español”. Como a mí me gustaba ir de listilla recuerdo que le dije “procrastinación, Paco, en español se dice procrastinación”.  Sentí una satisfacción pueril de quién marca un tanto en un partido que tienes perdido de antemano.
Fin de la anécdota.

Desde entonces lo de procrastinación se ha puesto muy de moda y hay infinidad de artículos, estudios y libros que te ayudan a combatirla.

Sí, parece que además de ser felices, tenemos la obligación de ser emprendedores, exitosos, productivos, multitarea, polifacéticos… y para lograrlo necesitamos gestionar mejor nuestros recursos personales, económicos, tiempo…

Así que se asocia la procrastinación como un problema de gestión del tiempo y las soluciones que se ofrecen son del tipo racional, sensatos consejos para que puedas disponer de tu tiempo de manera más eficiente, organizar mejor tus actividades y citas, tener disponibles los recursos necesarios, disponer un plan B etc.
Si no lo has probado tal vez te sea de utilidad*.

¿Pero qué pasa si ya lo has intentado y no lo has conseguido?
Tal vez te ayude verlo desde otra perspectiva.
¿Te apetece?

Continuará en el próximo post, prometido.

PS: Tal vez te estés preguntando si estoy dejando para mañana el terminar este post. 
La respuesta es no. 
Lo he dividido en 3 partes porque me resultaba excesivamente largo incluso para mí que sé lo que quiero decir y a dónde voy. 

Así mejor dosificar tu tiempo y atención dejando para la semana que viene la segunda parte.
Si quieres prepararte para lo que viene, te invito a ir mirando qué te ocurre cuando tienes que hacer y no tienes ganas. 

Es decir:  qué sientes, qué razones y pensamientos aparecen en ese momento, qué haces a continuación y cómo te sientes inmediatamente después, y cómo te sientes a medio plazo. 

¡Buena semana!
​
* Si piensas que no te vendría mal empezar por ahí, dímelo y lo vemos en otra entrada
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Be water my friend… ¿Es posible ser más flexible?

2/2/2020

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“Lo prometido es deuda”. 

“Las deudas se pagan”.
Dos sentencias. Dos reglas. 

He cogido estas dos frases a modo de ejemplo, pero también vale para cualquier otra afirmación que tenga la capacidad de controlar tu vida: “soy un paquete”,” no puedo con el inglés”, “soy ridícula”, “no lo voy a conseguir”, “con los hombres no hay quién pueda”, “las mujeres somos miedosas”, y así hasta el infinito y más allá como decía Buzz Lightyear.
Ojo: aquí la palabra control es la importante, la que da sentido al resto del texto.
Todos tenemos un cierto número de reglas para decirnos qué hacer o no, qué pensar, qué juzgar, qué evitar, cómo educar, … y resultan tremendamente útiles. 
Te imaginas si no, que cada vez que te enfrentaras a una situación, te tuvieras que replantear todo.
Agotador e ineficaz.
Sin embargo, no todo el monte es orégano. 
En ocasiones, nuestra mente nos lía exigiéndonos el cumplimiento rígido de alguna de nuestras reglas independientemente de la situación.
Igualmente, agotador, igualmente ineficaz.
A esto es a lo que, desde ACT, se llama “inflexibilidad psicológica”. 
Una trampa saducea que nos mantiene en un sinvivir. 
Si “lo prometido es deuda”, entonces tengo que cumplirlo, y hasta que no lo cumpla pesará sobre mis espaldas el amargo sabor de la culpa porque no podré volver a mirar a la cara a mis hermanas. Y ¿qué ejemplo le voy a dar a mis hijos? Me lo harán pagar de alguna manera si no lo cumplo. 
Una retahíla infinita de razones para justificar el cumplimiento de la regla.
La flexibilidad psicológica, concepto que mencioné en la primera entrega de esta columna, entre otras cosas va de esto: poder elegir cuándo te conviene o no seguir una regla. 
A lo que tenemos que añadir, que para elegir siempre hay un precio que pagar. 
Lo mismo que en internet: cuando no pagas con la Visa, pagas con tu privacidad. Pero pagar, pagas.
La libertad no es un servicio gratuito, si la ejerces pagas.  ¡Ah! pero si no la ejerces pagas también.
Sainete nº1
PERSONAJE #1   Tu mirándote en el espejo
PERSONAJE #2   Tu mente con sus reglas y sus razones.
PERSONAJE #2 “Le prometí a mi padre en el lecho de muerte cuidar de la casa familiar. Es un pozo sin fondo, está arruinando mi economía familiar. Hartos están mi mujer y mis hijos de ir al pueblo a retejar, cambiar la fontanería, quitar la humedad … a pasar las vacaciones donde nunca hubiéramos elegido hacerlo, porque para eso tenemos la casa”.
PERSONAJE #1 ¿Qué le va a pasar a tu economía si sigues invirtiendo en esa casa? ¿Dispones de suficientes recursos para atender a las necesidades de tu familia y a las facturas de la casa en el pueblo? ¿Y cómo te va con tu mujer? ¿Y tus hijos, qué piensan de ir a un pueblo en medio de los montes de Orense, verano tras verano? ¿Y a ti, realmente te apetece invertir tiempo y dinero como si fueran recursos ilimitados para atender una promesa? ¿Y si nadie nunca lo supiera, seguirías actuando de la misma manera? 
PERSONAJE #2 ¡Pero, lo sé yo!
PERSONAJE #1 Sí, sabes eso y también tienes las respuestas a las preguntas del párrafo anterior. Así que, si van en la misma dirección, genial.  Pero ¿y si apuntan a caminos diferentes? ¿Qué eliges?
PERSONAJE #2 ¡Es que no hay solución buena!
PERSONAJE #1 Cierto, acabas de dar con la cuadratura del círculo.
Fin del sainete.
En muchas ocasiones elegir es eso. Escoger entre opciones igualmente indeseables. 
Así que, tal vez valga la pena que te pares y mires desde la distancia qué es lo que realmente quieres, en vez de dejarte llevar en la dirección que por defecto te marca el piloto automático de la regla que te está gobernando.
Preguntarte si es posible vivir con el sentimiento de culpa y de traición, y con los pensamientos de “soy un mal hijo”, “eso no se hace”, “si mi padre levantara la cabeza”, con la sensación de malestar que todo esto conlleva para ti y escaparte a la playa y disfrutar con tus hijos del mar.
Tú eliges.
Y nadie ha dicho que elegir tenga que ser fácil. A veces es difícil y complicado. 
A veces hay que escoger entre alternativas poco o nada atractivas, por ejemplo: salgo con mis amigos y suspendo el examen o me compro este par de zapatos que me encantan, pero no me queda un duro del dinero que me dan mis padres al mes para salir con mis amigas.
En ocasiones se trata de renunciar a una opción apetecible, aunque la otra sea también deseable. Pero hay renuncia, hay perdida así que o voy al cumple de Alex o salgo con Cristina.
Así que no, elegir no es fácil. 
Hay quién se pasa la vida en un impasse esperando a que el tiempo, u otros, cambie la situación y la resuelva. 
Por cierto, no sé si te has dado cuenta, pero no elegir, es una elección y también tiene un coste.
Por cierto, ¿te has parado a pensar que un conflicto no resuelto, un asunto pendiente, supone una fuente importante de malestar que consume tus energías?
Si tienes asuntos pendientes, ¿entre qué malestar y malestar eliges? ¿Quién quieres que controle tus decisiones? ¿Tú o los dictados de tu mente?

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Be water my friend… Est-il possible d’être davantage flexible ?

1/2/2020

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“Chose promise, chose due”. 
“Chacun paye ses dettes”.
Deux proverbes. Deux règles. 
J’ai choisi ces deux proverbes à titre d’exemple, mais n’importe quelle autre affirmation qui ait la capacité de contrôler votre vie est tout aussi valable : “je suis une marchandise”,” je n’en peux plus avec l’anglais”, “je suis ridicule”, “je n’y arriverai pas”, “les hommes sont des cas désespérés”, “les femmes nous sommes peureuses”, et ainsi vers l’infini et au-delà selon la réplique de Buzz L’Éclair.
Attention: ici, le mot “contrôle” est celui qui est important, celui qui donne du sens au reste du texte.
Nous avons tous un certain nombre de règles qui régissent ce que nous faisons ou pas, ce que nous pensons, ce que nous jugeons, ce que nous devons éviter de faire, notre façon d’éduquer, …et, elles sont extrêmement utiles. 
Vous imaginez sinon, si à chaque fois que vous êtes confrontés à une situation vous devez tout repenser.
Épuisant et inefficace.
Cependant, tout n’est pas toujours tout rose.
Parfois, notre esprit nous embrouille en nous exigeant l’application rigide de certaines de nos règles et ce, quelle que soit la situation.
Tout aussi épuisant, tout aussi inefficace.
C’est ce que l’on appelle, en ACT (Thérapie d‘Acceptation et d’Engagement), “inflexibilité psychologique”. 
Un piège saducéen qui nous empêche de vivre. 
Si j’opte pour “chose promise, chose due”, je dois alors respecter mon engagement, et le sentiment amer de la culpabilité pèsera alors sur mes épaules jusqu’à avoir acquitté cette dette, parce je ne pourrai plus regarder mes consœurs en face.
Toute une gamme sans fin de raisons pour justifier l’application de la règle.
La flexibilité psychologique, un concept que j’ai déjà mentionné lors du premier volet de cette chronique, s’applique notamment sur le principe suivant: pouvoir choisir lorsque ça vous arrange ou ne pas suivre une règle.
Ce à quoi il faut ajouter que, pour choisir, il y a toujours un prix à payer.
De même avec Internet: lorsque vous ne payez pas avec la carte Visa, vous payez avec votre vie privée. Mais, vous devrez en payer le prix.
La liberté n’est pas un service gratuit, si vous l’utilisez, vous en paierez le prix.
Saynète nº1
PERSONNAGE #1   Vous, vous regardant dans le miroir ;
PERSONNAGE #2   Votre esprit avec ses règles et ses raisons.
PERSONNAGE #2 “J’ai promis à mon père sur son lit de mort que je prendrais soin de la maison familiale. C’est un gouffre financier, elle est en train de ruiner mon économie familiale. Mon épouse et mes enfants en ont assez de se rendre au village pour refaire la toiture, changer la plomberie, lutter contre l’humidité… pour passer des vacances dans cet endroit que nous n’aurions d’ailleurs jamais choisi, mais, comme nous avons cette maison…”
PERSONNAJE #1 “Que va-t-il arriver à ton économie si tu continues à investir dans cette maison ? Disposes-tu de suffisamment de ressources pour répondre aux besoins de ta famille et aux factures de la maison du village? Et avec ton épouse, est-ce que ça va ? Et tes enfants ? Ils en pensent quoi d’aller passer les vacances, perdus au beau milieu des monts de Orense, été après été ? Et toi? Tu as réellement envie d’investir ton temps et ton argent comme si tes ressources étaient illimitées pour tenir une promesse ? Et si personne ne le savait, continuerais-tu à agir de la même façon ? ”
PERSONNAGE #2 “Mais, moi je le sais! ”
PERSONNAGE #1 “Oui, tu le sais et tu connais aussi les réponses aux questions du paragraphe antérieur. Alors, si elles vont dans la même direction, c’est super. Mais, si elles divergent ? Qu’est-ce que tu choisis? ”
PERSONNAGE #2 “Il n’existe pas de bonne solution! ”
PERSONNAGE #1 “C’est vrai, tu viens de trouver la quadrature du cercle. ”
Fin de la saynète.
Très souvent, choisir c’est ça. C’est choisir parmi des options tout autant indésirables les unes que les autres. 
Alors, cela vaut peut-être la peine que vous vous arrêtiez et que vous preniez du recul en pensant réellement à ce que vous voulez, au lieu de vous laisser orienter dans la direction de la règle qui vous gouverne et qui vous est marquée, machinalement, par le pilote automatique. 
Interrogez-vous et posez-vous la question s’il est possible de vivre avec le sentiment de culpabilité et de trahison, et avec des pensées telles que : “je suis un mauvais fils”, “ça ne se fait pas”, “si mon père se retourne dans sa tombe!”, avec la sensation de malaise que tout cela entraîne pour vous et de pouvoir vous échapper à la plage et profiter de la mer avec vos enfants.
À vous de choisir.
Et personne n’a dit que choisir est facile. C’est même parfois difficile et compliqué. 
Parfois, il faut choisir parmi des alternatives peu ou pas du tout attrayantes, par exemple : je sors avec mes amis et je loupe l’examen ou encore j’achète cette paire de chaussures que j’adore, mais je n’ai plus un sou de l’argent de poche que me verse chaque mois mes parents pour sortir avec mes amis.
Parfois, il faut renoncer à l’option attrayante, même si l’autre est tout aussi souhaitable. Mais, qui dit renonciation, dit aussi perte, alors, ou je vais à l’anniversaire d’Alex ou je sors avec Christine.
Donc, choisir n’a pas chose facile.
Il y en a qui passe leur vie dans une impasse, à attendre que le temps, ou autre chose, change la situation et y remédie.
D’ailleurs, je ne sais pas si vous vous en êtes rendu compte, mais ne pas choisir, est un choix et il a aussi un coût.
D’ailleurs, avez-vous déjà pris le temps de penser qu’un conflit non résolu, une question en suspens, …  suppose une source de malaise qui consomme votre énergie ?
Si vous avez des affaires à régler, quel malaise ou quel malaise allez-vous choisir ? Qui prendra le contrôle vos décisions ? Vous ou les choix dictés par votre esprit ?

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No hace falta tener ganas para cumplir con tus compromisos.

16/1/2020

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Cuando era estudiante, recuerdo que cada asignatura empezaba con algún capítulo introductorio dedicado a la historia, fundamentos y justificación de la susodicha. Los preliminares eran a veces tan largos que nos quedábamos por la mitad del temario.
Y yo me preguntaba, ¿y por qué no empezamos al revés? Si queda algo por ver, que sea la introducción, ¿no?
Así que al grano.
Si no quieres seguir leyendo lo que viene después, en el titulo está el planteamiento y la conclusión: ¡Podemos hacer sin tener ganas!
Había que decirlo y queda dicho.
Que para ti es obvio, ¡Genial! Si no tienes curiosidad puedes terminar la lectura aquí.
Que no lo ves claro, sigamos.
¡Que no me crees! Haces bien. Así que vamos a tu experiencia personal. Repasa todo lo que has hecho desde que ha sonado el despertador esta mañana. ¿Cuántas cosas de las que has hecho tenías ganas de hacer?
¡Qué no te sirve! Vamos a la faena: ¿estás de pie, sentado o acostado?  Levántate y vete a la puerta. Sí, no te quedes ahí leyendo. Vete a la puerta y ábrela. Ahora la cierras y vuelves a donde estabas antes.
¿Te sentías motivado, tenías ganas?
¡A que no!
Y si cambiamos: “Es que no puedo porque no estoy motivado” por “Es que no lo hago” y punto.
El resultado será el mismo pero la diferencia, importante a mi parecer, está en la explicación que nos damos y a qué callejón sin salida nos lleva este “falso amigo”. Esta explicación que nos sirve para quedarnos estancados y sin hacer.
Cuando digo “No estoy motivado”, yo y mi contexto, es decir, parientes, amigos y compañeros, cabeceamos comprensivamente con un: “Es normal, si no tienes ganas, como lo vas a hacer”. 
¿Hay que estar motivado para hacer lo que tienes, o quieres hacer? Léase: estudiar el examen de mates, hacer la cama, ir a la compra, recoger la ropa, vaciar el lavavajillas, ir a trabajar, recoger a los niños, llevarlos a la piscina, acompañar a mi pareja a la “odiosa” cena de empresa, levantarme del sillón para ir al gimnasio, llamar a los amigos para salir, ir a casa de mis padres a comer los domingos, dejar de fumar, …
La respuesta sigue siendo “no”.
Evidentemente que el hacer algo debe tener un sentido para nosotros, ya sea lavarse los dientes o llevar a nuestro hijo a un enésimo cumpleaños, cuidar de mi salud o de mis padres…
Pero para hacer (aquí copia y pega el párrafo anterior, o añade cualquier cosa que tú quieras hacer, pero no haces porque no estás motivado) hay que mover las manos y los pies. 
Pero hacer es un verbo de acción, significa saltar a la pista. 
Darle vueltas a la cabeza esperando el soplo divino, el aura púrpura o la inspiración en forma de tractor con tracción integral que te saque de la ingravidez y te propulse a la acción, equivale a apostar en las carreras al caballo muerto.
Que sí, que cuando la ganas se presentan todo parece más fácil.
Pero, como dicen que decía Picasso, “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. Con la motivación, igual.
Y si la motivación te pilla en la cama una mañana de invierno cuando hace frío y llueve, ¿vas a saltar feliz para ponerte las zapatillas y salir a correr? ¿Y si la inspiración aparece cuando estás charlando con tus amigas de lo mal que te va el curso porque “Tía, este año es super difícil y no puedo con la de inglés”, ¿vas pitando para casa para preparar la disertación que tienes que entregar mañana?
Así que, si te toca sacar al perro, ir a por el pan, pasar la ITV, planchar una montaña de camisas, aprobar el examen de historia o encerrarte en casa seis días a la semana para sacar la oposición, “La acción es la clave fundamental de cualquier éxito”, sentencia también atribuida a Picasso.
Que es duro, que es difícil, que no te gusta, que no le encuentras placer, que estás cansado, que me distraigo con nada… ese es otro cantar. 
Argumentos no le faltan a nuestra máquina de dar razones, o sea nuestra mente. Dispone de un arsenal inagotable de motivos por los que no hacer. 
Pero esa es otra canción. 
Así que, a ver cuándo le doy esquinazo a mi mente y me pongo a hablarte de ella. De cómo funcionan las mentes, la mía, la tuya, la de tu mujer o marido, las de tus hijos, padres, hermanos y amigos… en esas situaciones cuando nos sentimos atascados.

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Il n’est pas forcément nécessaire d’avoir envie de faire les choses pour honorer ses engagements.

15/1/2020

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Lorsque j’étais étudiante, je me souviens que chaque matière commençait par un chapitre d’introduction consacré à l’histoire, les fondements et la justification de la susmentionnée. Les préliminaires étaient parfois si longs que nous en restions à la moitié du programme.
Et moi, je me demandais: « Et pourquoi nous ne commençons pas à l’envers ? ». S’il doit rester quelque chose à étudier, que ce soit l’introduction, non ?
Allons donc à l’essentiel.
Si vous n’avez pas envie de continuer à lire la suite, la démarche et la conclusion sont dans le titre: Nous pouvons faire les choses sans en avoir envie!
Il fallait le dire et voilà, c’est fait, on l’a dit.
Si pour vous c’est évident, super ! Si vous n’êtes pas curieux, vous pouvez terminer votre lecture ici.
Si ce n’est pas si clair, et bien, continuons…
Vous ne me croyez pas ! Vous avez raison. Nous allons donc partir de votre expérience personnelle. Passez donc en revue tout ce que vous avez fait depuis que votre réveil a sonné ce matin. Combien des choses que vous avez faites aviez-vous réellement envie de faire ?
Ce n’est pas suffisant ! Continuons : Êtes-vous debout, assis(e) ou couché(e) ? Levez-vous et allez à la porte. Oui, ne restez pas assis(e) à lire. Allez à la porte et ouvrez-là. Maintenant refermez-là et retournez là où vous étiez avant.
Vous vous sentiez motivé(e)? Vous aviez envie de le faire?
Non, n’est-ce pas!
Et si l’on changeait la formule? : « Je ne peux pas parce que je ne suis pas motivé(e) » par « Je ne le fais pas » et c’est tout.
Le résultat sera le même mais, la différence, importante selon moi, se trouve dans l’explication que l’on se donne et vers quelle impasse nous emmène ce « faux ami ». Cette explication qui nous convient pour stagner et ne pas faire.
Lorsque je dis : « Je ne suis pas motivé(e) », mon contexte et moi-même, c’est-à-dire, mes parents, amis et collègues, hochent la tête avec compréhension : « C’est normal, si tu n’as pas envie, comment vas-tu le faire ».
Faut-il être motivé pour faire ce que vous devez, ou voulez, faire ? À savoir: réviser l’examen de mathématiques, faire le lit, ranger les vêtements, vider le lave-vaisselle, aller travailler, récupérer les enfants, les accompagner à la piscine, participer à l’« odieux » dîner d’entreprise de mon conjoint, me lever du fauteuil pour aller au gymnase, téléphoner aux amis pour sortir, aller déjeuner chez mes parents le dimanche, arrêter de fumer, …
La réponse reste la même « non ».
Il est évident que lorsque l’on fait quelque chose, cela doit avoir un sens pour nous, que ce soit se brosser les dents ou accompagner notre enfant au énième anniversaire, prendre soin de sa santé ou de ses parents, …
Mais, pour faire (copiez-collez ici le paragraphe antérieur, ou ajoutez tout ce que vous souhaitez faire, mais que vous ne faites pas parce que vous n’êtes pas motivé) il faut bouger les mains et les pieds.
Mais, faire est un verbe d’action, qui signifie s’élancer sur la piste. 
Se prendre la tête en attendant le souffle divin, l’aura pourpre ou l’inspiration sous forme de tracteur ayant une transmission intégrale qui puisse vous sortir de l’impesanteur et vous propulser dans l’action, équivaut à parier aux courses sur le cheval non partant.
Évidemment, lorsque l’envie est présente, tout semble plus facile.
Mais, comme le disait si bien Picasso, « L’inspiration existe, mais elle doit te trouver au travail ». Il en est de même pour la motivation.
Et si, un jour, la motivation vous prend au lit, un matin d’hiver, lorsqu’il fait froid et qu’il pleut, allez-vous sortir de votre lit heureux pour enfiler vos chaussures de sport et aller courir ? Et si l’inspiration surgit lorsque vous êtes en train de raconter à vos amies à quel point votre année scolaire est mauvaise parce que « cette année est super difficile et je ne supporte pas celle d’anglais », rentrez-vous en courant chez vous pour préparer la dissertation qui est à rendre pour demain ?
Alors, si c’est à vous de sortir le chien, d’aller acheter la baguette, d’aller passer l’inspection technique de la voiture, de repasser une montagne de chemises, de réussir l’examen d’histoire ou de vous cloîtrer six jours sur sept à la maison pour être admis(e) au concours que vous préparez, « L’action est la clé fondamentale de tout succès », sentence attribuée, elle aussi, à Picasso.
Parce que c’est difficile, vous n’aimez pas, vous n’y prenez pas de plaisir, vous êtes fatigué, un rien vous distrait, … c’est une autre histoire. 
Les arguments ne manquent pas à notre machine « à donner des bonnes raisons », c’est-à-dire, notre esprit. Il dispose d’un arsenal inépuisable de motifs pour ne pas faire…
Mais, il s’agit là encore d’une autre histoire…
Alors, voyons si je peux esquiver un jour mon esprit pour pouvoir vous en parler. Comment fonctionne notre cerveau, les pensées, les miennes, les vôtres, celles de votre épouse ou de votre époux, celles de vos enfants, parents, frères et sœurs, amis, …. lors de ces situations dans lesquelles nous nous retrouvons bloqués.


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Tengo un secreto

13/12/2019

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Una vez a la semana voy a MECO (Centro Penitenciario Madrid II) donde trabajo con un grupo de unas doce a quince personas; todas ellas son hombres adultos, algunos en situación de preventivos, otros juzgados y cumpliendo condena.

Como yendo al gimnasio, unos días voy con ganas y otros con menos entusiasmo, pero siempre salgo con la misma sensación de satisfacción. Algunos días muy satisfecha.
Este jueves cuando le recojo en su módulo, me aborda Óscar con una sonrisa le cruza la cara y me anuncia, “Tengo un regalo para ti”. Voy con prisas, tengo que pasar todavía por otros cuatro módulos para recoger los demás internos antes de llegar al aula, pero aun asi le doy las gracias.
Cuando por fin llego a la clase, antes de que entren los demás Antonio me coloca una pulsera rosa, tejida por él con las letras que forman mi nombre. En su cara se puede ver una expresión de orgullo y satisfacción. Le agradezco el presente.
Al finalizar la sesión, Jêrome espera con paciencia a que los demás se despidan y me ofrece una novela escrita en francés porque sabe que me gusta leer. Le doy las gracias.
En los tres casos, la discreción ha marcado el intercambio. Oscar, Antonio y Jêrome encontraron un momento para hacer del acto de regalar algo privado, algo entre tú y yo. Sin testigos, sin alardes, sin buscar protagonismos, ni el reconocimiento de los demás. 
Simplemente un acto de expresión de gratitud y reconocimiento.
Por la tarde llego al despacho y me encuentro al portero sepultado detrás de una montaña de paquetes fruto del frenesí del Back Friday. Me dice: “Soy incapaz de saber quién tiene o no un paquete. Hay tantos, que tengo que hacerme una lista para poder responder cuando me pregunta un vecino si le ha llegado el suyo”.
El viernes vuelvo a casa por Gran Vía y hay tanta gente por las aceras que desborda sobre la calzada. Cientos de personas se afanan en hacer acopio de regalos para los próximos días 
Me invade cierta desazón. 
Comparo. 
Regalar como un acto privado, íntimo, sin testigos, entre la persona que da y la que recibe. 
Regalar como un acto público, esperado, deseado, casi obligado, en muchos casos sometido a la evaluación no sólo del que recibe sino también de amigos, parientes e incluso conocidos. 
¿Y a ti qué te han regalado? ¿Y tú qué le has regalado a tu hijo?  ¿Cuántos regalos te han hecho? 
Y me pregunto.
Si regalar fuera un secreto, ¿esta necesidad de regalar seguiría siendo la misma? 
Si nadie más que la persona que lo vaya a recibir supiera lo que regalamos, ¿sería el mismo regalo? ¿Seguiría siendo el mismo regalo si no tuviéramos miedo a equivocarnos, a ser rechazados, a ser juzgados, si no buscáramos más el reconocimiento que el agradecimiento? 
Y si nadie lo supiese nunca, ¿habría regalo?, ¿cuántos? ¿para quién?
¿Quieres saber si estás actuando de acuerdo con tus valores auténticos? ¿Lo que haces, realmente es importante para ti, o está supeditado al servicio de la aprobación social o a un impulso de tu ego? Mira: a ver si te puede ayudar hacerte esta pregunta: “Y si fuera un secreto que solo yo conociera, ¿seguiría siendo igualmente de importante para mí hacer esto que hago?”
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J’ai un secret…

12/12/2019

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Une fois par semaine, je vais à MECO (Centre Pénitencier de Madrid II), je travaille avec un groupe d’entre douze et quinze personnes, tous des hommes adultes, certains en situation de détention préventive, d’autres jugés devant les tribunaux et purgeant leur peine.

De la même façon que lorsque je vais au gymnase, il y a des jours où je m’y rends avec envie et d’autres jours où j’y vais avec moins d’enthousiasme, mais j’en sors toujours avec la même sensation de satisfaction. Certains jours, j’en repars même plus que très satisfaite.
Jeudi dernier, lorsque je suis allée chercher Oscar à son module, il m’a abordé avec un large sourire et il m’a annoncé, “J’ai un cadeau pour toi”. Je suis pressée, je dois encore passer par quatre autres modules et aller chercher les autres internes avant d’arriver dans la salle de classe. Je le remercie.
Lorsque j’arrive enfin à la salle de classe, juste avant que n’entrent les autres, Antonio m’attache un bracelet rose, personnalisé par lui-même avec les lettres qui forment mon prénom. On peut lire sur son visage une expression de fierté et de satisfaction. Je le remercie pour son présent.
Lorsque la séance se termine, Jérôme, attend avec patience que les autres me disent au revoir pour m’offrir une nouvelle écrite en français, il sait que j’aime lire. Je le remercie.
Dans les trois cas, la discrétion a marqué l’échange. Oscar, Antonio et Jérôme ont cherché le moment idéal pour que l’acte d’offrir se fasse en privé, un moment entre « toi et moi ». Sans témoins, sans étalage, sans chercher à être la vedette ni à recevoir la reconnaissance des autres.
Un simple geste de gratitude et de reconnaissance.
Dans l’après-midi, j’arrive au bureau et je trouve le concierge enseveli sous une montagne de paquets, résultat de la folie frénétique du « Black Friday ». Il me dit « Je suis incapable de savoir qui a reçu un paquet ou pas. Il y en a tellement que j’ai dû dresser une liste pour pouvoir répondre aux voisins lorsqu’ils me demandent si leur paquet est arrivé ».
Vendredi, je rentre chez moi en passant par la Gran Vía, les trottoirs sont tellement bondés de monde que les gens débordent sur la chaussée. Des centaines de personnes s’affairent à accumuler leurs cadeaux pour les jours à venir.
Un certain désarroi s’empare de moi. 
Je compare. 
Offrir comme un geste privé, intime, sans témoins, entre la personne qui offre et celle qui reçoit. 
Offrir comme un geste public, attendu, désiré et presque obligatoire, et dans beaucoup de cas soumis à l’évaluation non seulement de celui qui reçoit mais aussi des amis, des parents et parfois même des connaissances.
Et toi ? Qu’est-ce qu’on t’a offert ? Et toi ? Qu’est-ce que tu as offert à tes enfants ? Combien de cadeaux as-tu reçu ?
Et je me pose la question.
Si offrir était un secret, est-ce que ce besoin d’offrir serait le même ?
Si personne d’autre que la personne qui reçoit ne savait ce qu’on lui offre, le cadeau serait-il le même? Est-ce que ce serait le même cadeau si nous n’avions pas peur de nous tromper, d’être rejetés, d’être jugés, si nous ne cherchions pas davantage la reconnaissance plutôt que les remerciements ?
Et si personne n’était au courant… Y-aurait-il des cadeaux? Combien? Pour qui?
Souhaitez-vous savoir si vous agissez en accord avec vos valeurs authentiques ? Ce que vous faites est-il réellement important pour vous ou est-il soumis au service de l’approbation sociale, à un élan d’amour-propre ? 
Voyez si cette question peut vous aider: « Et si c’était un secret seulement connu par moi-même, ce serait aussi important pour moi de faire ce que je suis en train de faire ? ».

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