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Burlando la Ley de la Gravedad

27/3/2020

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Dejar para mañana. Parte 3
Imagen
Vivimos en la gravedad.
¿Alguien se acuerda de esto en su día a día?

Cuando se te cae la tostada por la parte untada de mantequilla ¿te acuerdas de la gravedad o de la ley de Murphy?
 
Con las conductas de evitación pasa lo mismo.
Se convierten en hábitos tan presentes que ni nos damos cuenta de cómo actuamos.
 
Así que cuando se plantea una nueva situación, -recuerda que estamos hablando de procrastinación-, volvemos a poner en marcha los mismos mecanismos.
 
¿Por qué?
Porque nos funcionan.

Si una conducta se mantiene, es que funciona. Al menos a corto plazo.
No es un axioma, pero como si lo fuera.
 
¿Cómo hacer para no caer bajo el hechizo del corto plazo?
¿Cómo mantenerte firme en tu propósito sin sucumbir a los placeres inmediatos mucho más atractivos que el esfuerzo y la constancia?
 
Circe, la divina entre las diosas, le advirtió a Ulises que para evitar la muerte y el destino al que inevitablemente le llevaría atender los cantos de las sirenas, se hiciera atar de pies y manos al mástil de su barco y que todos sus hombres rellenaran sus oídos con cera para no caer bajo el encantamiento de sus propuestas.

¿Crees que te funcionaría pedirles a tus padres que te ataran a las patas de la silla para que te quedaras sentado delante de la mesa para estudiar?
Seguro que algunos padres lo han pensado, incluso alguno de nosotros hemos buscado limitaciones para evitar engancharnos a comportamientos que sabemos poco útiles incluso perjudiciales.

A corto plazo, a veces funciona.  Pero hemos renunciado al ejercicio libre de nuestra autonomía, de nuestra libertad.
Y esto a largo plazo tampoco funciona.
 
Entonces, si no es a la fuerza, ¿cómo?
 
Volviendo a la Odisea.
Ulises quiere volver a casa, volver a su reino, reencontrarse con su mujer Penélope y con su hijo Telémaco que no conoce después de tantos años vagando por el mundo.
Ulises tiene una meta, una familia, un reino.
Un sueño, volver con los suyos.

Tiene valores, justicia, coraje, amor, responsabilidad que guían sus decisiones, su lucha, para andar el camino de vuelta por difícil que este se ponga.
 
Y para ti, ¿qué hay de valor en aquellas acciones que emprendes y pospones una y otra vez?
 
¿Qué sentido tiene sacar buenas notas, perder 20 kilos, hacer deporte?
¿Qué valor hay en compartir una tarde con tu mujer para acompañarla de compras?
¿Renunciar a un plan con los amigos porque tus padres están de paso ese fin de semana?
¿Cuidar de tu sobrina para que tu hermana pueda salir con su marido?
¿Quedarte en casa confinado por el real decreto que declara el estado de alarma?
 
Cuando lo que tienes que hacer, no te resulta atractivo y además carece de sentido para ti, hay pocas probabilidades de que lo vayas a ejecutar si no es bajo algún tipo de coerción.
 
Y como ya apuntaba antes, la imposición tampoco funciona a largo plazo.
 
Si quieres ser libre y elegir en base a lo que a ti te importa para desviar las artimañas de los cantos de las sirenas tendrás que prepararte para lo que viene: el momento de la acción (la casilla HAGO del post anterior).
 
Puedes pararte y mirar ¿qué hay a largo plazo que tenga valor para ti?
 ¿Sigue siendo valioso para tí el ser un marido cercano, un padre comprometido, un hijo responsable, un ciudadano honesto… cuando se presentan el aburrimiento, el cansancio, la desgana?

Es en el momento de la acción en el que puedes elegir entre sentarte a hacer los deberes en dirección a aprender y aprobar, sacar buena nota, sentirte orgulloso o mirar un capítulo y luego otro de la última serie a la que te has enganchado en Netflix para escapar del tedio que te inspira la física.
 
Es en el momento de la acción en la que puedes optar por dejar el bricolaje y acompañar a tu hijo al partido de fútbol y socializar con otros padres con los que no compartes afición ni intereses.
​
Es en el momento de la acción cuando puedes escoger entre salir con tu amiga o quédate en casa para echar una mano con las cajas de la mudanza.
 
Renunciar a lo que te gusta y hacer lo que no te apetece no tendría ningún sentido si no fuera porque el hacerlo tiene consecuencias positivas en el largo plazo y en relación con el tipo de personas que quieres ser.
 
Me puedo sentir muy aliviada no quedándome con otras madres en la fiesta de cumpleaños a la que he llevado mi hija porque me aburre las conversaciones de siempre. Pero tal vez tenga sentido para mí que mi hija al levantar la cabeza del juego de bolas encuentre mi mirada y sienta mi presencia. Al menos en alguna ocasión.
 
Si cumplir con lo que tienes delante te acerca a la persona que quieres ser, prueba a ver cómo te va si te das la posibilidad de sentir ese malestar, escuchar la letanía de buenas razones que te apartan de tu objetivo y te pones a ello.
 
 
En el próximo post termino con un consejo no pedido.
​
El paso mínimo necesario.

Si todavía te quedan ganas no vemos allí.
 

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