Una vez a la semana voy a MECO (Centro Penitenciario Madrid II) donde trabajo con un grupo de unas doce a quince personas; todas ellas son hombres adultos, algunos en situación de preventivos, otros juzgados y cumpliendo condena.
Como yendo al gimnasio, unos días voy con ganas y otros con menos entusiasmo, pero siempre salgo con la misma sensación de satisfacción. Algunos días muy satisfecha. Este jueves cuando le recojo en su módulo, me aborda Óscar con una sonrisa le cruza la cara y me anuncia, “Tengo un regalo para ti”. Voy con prisas, tengo que pasar todavía por otros cuatro módulos para recoger los demás internos antes de llegar al aula, pero aun asi le doy las gracias. Cuando por fin llego a la clase, antes de que entren los demás Antonio me coloca una pulsera rosa, tejida por él con las letras que forman mi nombre. En su cara se puede ver una expresión de orgullo y satisfacción. Le agradezco el presente. Al finalizar la sesión, Jêrome espera con paciencia a que los demás se despidan y me ofrece una novela escrita en francés porque sabe que me gusta leer. Le doy las gracias. En los tres casos, la discreción ha marcado el intercambio. Oscar, Antonio y Jêrome encontraron un momento para hacer del acto de regalar algo privado, algo entre tú y yo. Sin testigos, sin alardes, sin buscar protagonismos, ni el reconocimiento de los demás. Simplemente un acto de expresión de gratitud y reconocimiento. Por la tarde llego al despacho y me encuentro al portero sepultado detrás de una montaña de paquetes fruto del frenesí del Back Friday. Me dice: “Soy incapaz de saber quién tiene o no un paquete. Hay tantos, que tengo que hacerme una lista para poder responder cuando me pregunta un vecino si le ha llegado el suyo”. El viernes vuelvo a casa por Gran Vía y hay tanta gente por las aceras que desborda sobre la calzada. Cientos de personas se afanan en hacer acopio de regalos para los próximos días Me invade cierta desazón. Comparo. Regalar como un acto privado, íntimo, sin testigos, entre la persona que da y la que recibe. Regalar como un acto público, esperado, deseado, casi obligado, en muchos casos sometido a la evaluación no sólo del que recibe sino también de amigos, parientes e incluso conocidos. ¿Y a ti qué te han regalado? ¿Y tú qué le has regalado a tu hijo? ¿Cuántos regalos te han hecho? Y me pregunto. Si regalar fuera un secreto, ¿esta necesidad de regalar seguiría siendo la misma? Si nadie más que la persona que lo vaya a recibir supiera lo que regalamos, ¿sería el mismo regalo? ¿Seguiría siendo el mismo regalo si no tuviéramos miedo a equivocarnos, a ser rechazados, a ser juzgados, si no buscáramos más el reconocimiento que el agradecimiento? Y si nadie lo supiese nunca, ¿habría regalo?, ¿cuántos? ¿para quién? ¿Quieres saber si estás actuando de acuerdo con tus valores auténticos? ¿Lo que haces, realmente es importante para ti, o está supeditado al servicio de la aprobación social o a un impulso de tu ego? Mira: a ver si te puede ayudar hacerte esta pregunta: “Y si fuera un secreto que solo yo conociera, ¿seguiría siendo igualmente de importante para mí hacer esto que hago?”
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Une fois par semaine, je vais à MECO (Centre Pénitencier de Madrid II), je travaille avec un groupe d’entre douze et quinze personnes, tous des hommes adultes, certains en situation de détention préventive, d’autres jugés devant les tribunaux et purgeant leur peine.
De la même façon que lorsque je vais au gymnase, il y a des jours où je m’y rends avec envie et d’autres jours où j’y vais avec moins d’enthousiasme, mais j’en sors toujours avec la même sensation de satisfaction. Certains jours, j’en repars même plus que très satisfaite. Jeudi dernier, lorsque je suis allée chercher Oscar à son module, il m’a abordé avec un large sourire et il m’a annoncé, “J’ai un cadeau pour toi”. Je suis pressée, je dois encore passer par quatre autres modules et aller chercher les autres internes avant d’arriver dans la salle de classe. Je le remercie. Lorsque j’arrive enfin à la salle de classe, juste avant que n’entrent les autres, Antonio m’attache un bracelet rose, personnalisé par lui-même avec les lettres qui forment mon prénom. On peut lire sur son visage une expression de fierté et de satisfaction. Je le remercie pour son présent. Lorsque la séance se termine, Jérôme, attend avec patience que les autres me disent au revoir pour m’offrir une nouvelle écrite en français, il sait que j’aime lire. Je le remercie. Dans les trois cas, la discrétion a marqué l’échange. Oscar, Antonio et Jérôme ont cherché le moment idéal pour que l’acte d’offrir se fasse en privé, un moment entre « toi et moi ». Sans témoins, sans étalage, sans chercher à être la vedette ni à recevoir la reconnaissance des autres. Un simple geste de gratitude et de reconnaissance. Dans l’après-midi, j’arrive au bureau et je trouve le concierge enseveli sous une montagne de paquets, résultat de la folie frénétique du « Black Friday ». Il me dit « Je suis incapable de savoir qui a reçu un paquet ou pas. Il y en a tellement que j’ai dû dresser une liste pour pouvoir répondre aux voisins lorsqu’ils me demandent si leur paquet est arrivé ». Vendredi, je rentre chez moi en passant par la Gran Vía, les trottoirs sont tellement bondés de monde que les gens débordent sur la chaussée. Des centaines de personnes s’affairent à accumuler leurs cadeaux pour les jours à venir. Un certain désarroi s’empare de moi. Je compare. Offrir comme un geste privé, intime, sans témoins, entre la personne qui offre et celle qui reçoit. Offrir comme un geste public, attendu, désiré et presque obligatoire, et dans beaucoup de cas soumis à l’évaluation non seulement de celui qui reçoit mais aussi des amis, des parents et parfois même des connaissances. Et toi ? Qu’est-ce qu’on t’a offert ? Et toi ? Qu’est-ce que tu as offert à tes enfants ? Combien de cadeaux as-tu reçu ? Et je me pose la question. Si offrir était un secret, est-ce que ce besoin d’offrir serait le même ? Si personne d’autre que la personne qui reçoit ne savait ce qu’on lui offre, le cadeau serait-il le même? Est-ce que ce serait le même cadeau si nous n’avions pas peur de nous tromper, d’être rejetés, d’être jugés, si nous ne cherchions pas davantage la reconnaissance plutôt que les remerciements ? Et si personne n’était au courant… Y-aurait-il des cadeaux? Combien? Pour qui? Souhaitez-vous savoir si vous agissez en accord avec vos valeurs authentiques ? Ce que vous faites est-il réellement important pour vous ou est-il soumis au service de l’approbation sociale, à un élan d’amour-propre ? Voyez si cette question peut vous aider: « Et si c’était un secret seulement connu par moi-même, ce serait aussi important pour moi de faire ce que je suis en train de faire ? ». Los miércoles por la mañana mi ritual consiste en llegar lo suficientemente temprano al Lycée para poder saborear tranquilamente un café mientras recorro los titulares del periódico.
Hasta ahí el propósito. La realidad es que la mayoría de los días se parecen más a una carrera de obstáculos. En escasos 5 minutos, pido, trago, pago un café y termino de completar la lista de las cosas pendientes antes de atacar la primera actividad del día. En esas estaba cuando me atrapa la conversación de dos mamás. “No le hagas caso, déjale” decía una de ella. Como un resorte me pongo en modo “on” y me entraron ganas de preguntarle: “¿Y ya está? Como te puedes imaginar no lo hice. Seguí mi camino y en la primera reunión de la mañana ya estaba yo diciéndole a unos padres algo muy similar al “no le hagas caso”. De hecho, es tan frecuente que lo diga que alguna vez he pensado redactar algún tipo de chuleta para entregar. Pero de qué hablo yo cuando de hablo “No hagas caso”. Hablo de una técnica de modificación de conducta llamada extinción y que se emplea para la reducción, en frecuencia e intensidad, de determinados comportamientos. Y como toda técnica para que obtenga los resultados esperados requiere ser usada siguiendo unas reglas y siempre ayuda conocer los principios en los que se basa. ¿Te imaginas aporreando el piano a la espera que salga una melodía harmoniosa? o ¿Metiendo todos los ingredientes a la vez en la paella esperando comer un arroz sabroso? A que no funciona así. Hacen falta dos ingredientes: método y práctica. Y cómo un ejemplo vale más que 100 artículos académicos, te presento a Carmen (1). Carmen es una niña a punto de cumplir los 6 años, no para de moverse y suele salirse con la suya, hace lo que quiere y le gusta. No atiende y no cumple lo que el adulto le pide: “recoge tus juguetes”, “siéntate en la alfombra con los demás niños”, así todo el día y con todo. Como es tan agotador perseguirla de continuo, el adulto a cargo, (padre, madre, abuelos, cuidadora, educadores…) de forma inconsistente le consiente que no haga lo que le manda o le pide menos que a otros niños o bien termina haciendo por ella lo que tendría que hacer sola. Y cuando “¡Ya no puedo más!, castiga a Carmen. ¿Y qué ha aprendido Carmen? Que no hay reglas. Y cómo actuar para no hacer lo que le no le gusta y seguir haciendo lo que le apetece. Como decía mi madre “nos torea a todos”. Sin embargo, esta mañana, Maite la profesora de gimnasia, se armó de paciencia y decidió “no hacerle caso” a Carmen. Cuando termina la clase y llega la hora de salir al patio, Carmen corre en el sentido contrario a la puerta, observa a Maite y espera. Cuando Maite la llama, da la vuelta y se va, mira hacia atrás para ver cuál ha sido la reacción de su profesora. Ya conoce cómo funciona la cosa: ella no obedece y Maite le dice, le repite y la persigue. Pero esta vez Maite le dice solo una vez lo que espera de ella: “Carmen ponte los zapatos y el abrigo para salir al patio”. Hasta ahí todo bien. Añade “No querrás que te los lleve yo”. Pues ni corta ni perezosa, Carmen le trae los zapatos a Maite(sic). Así que Maite respira hondo dos veces y en vez de entrar en su juego, como quien no quiere la cosa deja los zapatos en el suelo, sale del gimnasio y se sitúa de espaldas a la puerta. Unos momentos de incertidumbre transcurren. Maite entre preocupada y exasperada dice: “¿tendré que ir a buscarla, correr detrás para que salga como si fuera un juego, enfadarme y gritar hasta que coja sus cosas y venga con los demás niños?”. Pero no, Maite permaneció hablando como si no le importara que Carmen no saliera. Mientras, la niña se asoma a la puerta y mira, pero Maite está de espalda. Así que, como esta vez, Maite “no le ha hecho caso”. Se va a buscar sus cosas. Se sienta sola para calzarse y sale con su abrigo. Cuando Maite se va, pasa “involuntariamente” cerca de Carmen y la felicita por haber salido al patio y haberse arreglado sola. Esta vez ha sido diferente, Carmen ha ganado la atención del adulto por hacer lo que se espera de ella. ¿Por qué ha funcionado en esta situación “No le hagas caso”? Si te interesa, te lo cuento en detalle en el próximo post. ¡Ah! Y si piensas que con esto no está todo ganado, estoy totalmente de acuerdo contigo. Pero es que el camino para llegar a la meta no se recorre con un solo paso. amor.gonzalez@lyceefrancaismoliere.es Mon rituel du mercredi matin est d’arriver suffisamment tôt au Lycée Molière pour prendre le temps de savourer tranquillement un café tout en parcourant les gros titres du journal.
C’est l’objectif du jour… La réalité est bien différente et la plupart des petits-déjeuners ressemblent plus à une course d’obstacles. En 5 petites minutes, je commande, j’avale, je paie le café et je termine de mettre à jour la liste des choses à faire avant d’attaquer la première activité de la journée. C’est ce que j’étais en train de faire lorsqu’une conversation entre deux mamans a attiré mon attention. “Ne t’occupe pas de lui! Laisse-le”, disait l’une d’entre elles. Tel un ressort, je me suis mise en mode “on” et j’ai eu envie de lui demander: « Et c’est tout? » Comme vous pouvez bien vous l’imaginer, je ne lui ai rien demandé. J’ai poursuivi mon chemin et, lors de la première réunion de la matinée, c’est moi-même qui donnais à des parents un conseil très similaire : « Ne vous occupez pas de lui! ». De fait, c’est un conseil tellement récurrent que j’ai même déjà pensé l’écrire sur une sorte de “carte Joker” pour pouvoir la sortir. Mais, de quoi je parle lorsque je dis “ Ne vous occupez pas de lui! ” ? Je me réfère à une technique de modification de conduite que l’on appelle extinction et que l’on utilise pour la réduction, en fréquence et en intensité, de certains comportements. Et, comme toutes les techniques, pour obtenir les résultats souhaités, elle a besoin d’être utilisée en suivant des règles précises et il est toujours utile de bien connaître les principes sur lesquels elle se fonde. Vous imaginez-vous en train de frapper les touches d’un piano avec l’espoir qu’une mélodie harmonieuse en sorte? Ou encore, mélangez-vous tous les ingrédients d’une paella en même temps avec l’espoir de manger un riz succulent? Les choses ne fonctionnent pas comme ça, n’est-ce pas ? Nous avons besoin de deux ingrédients : méthode et pratique. Et, comme un exemple est bien plus précieux que 100 articles académiques, je vous présente Carmen. Carmen est une petite fille qui est sur le point d’avoir 6 ans, elle n’arrête pas de bouger et, elle a l’habitude de parvenir à ses fins, elle fait toujours ce qu’elle veut et ce qu’elle aime. Elle n’écoute jamais et elle n’obéit pas à l’adulte: « range tes jouets », « assis-toi sur le tapis à coté de tes camarades », c’est comme ça toute la journée et avec tout. Comme c’est épuisant de continuellement la poursuivre, l’adulte responsable d’elle (père, mère, grands-parents, nourrice, éducateurs, …), inconsciemment, lui permet de ne pas faire ce qu’il lui a demandé ou, il lui en demande moins qu’à d’autres enfants, voire encore, c’est lui qui fait ce qu’elle devrait faire toute seule. Et quand “il n’en peut plus!”, Carmen est punie. Et qu’est-ce Carmen a appris ? Qu’il n’y a pas de règles. Et elle a aussi appris à comment se comporter pour ne pas faire ce qu’elle n’aime pas et pour continuer à faire ce qu’elle a envie. Comme disait si bien ma mère: “elle se moque du monde”. Cependant, ce matin, Maité, la professeure de gymnastique, s’est armée de patience et elle a décidé de “ ne pas s’occuper de ” Carmen. Lorsque le cours se termine et qu’il est l’heure de sortir dans la cour, Carmen court en direction opposée à la porte, elle observe Maité et elle attend. Lorsque Maité l’appelle, elle se retourne et elle s’en va… et elle jette un coup d’œil en arrière pour voir la réaction de son professeur. Elle sait déjà comment fonctionne les choses : elle n’obéit pas et Maité lui dit, lui répète et la poursuit… Mais cette fois-ci, Maité ne lui dit qu’une seule fois ce qu’elle attend d’elle: “Carmen, mets tes chaussures et ton manteau pour aller dans la cour”. Jusque-là, tout est clair. Et elle ajoute “Tu ne voudrais pas que ce soit moi qui te les apporte”. Et bien, sans hésiter un instant, Carmen apporte les chaussures à Maité (sic). Alors, Maité respire profondément deux fois et, au lieu d’entrer dans son jeu, mine de rien, elle laisse les chaussures par terre, sort du gymnase et s’arrête dos à la porte. Quelques instants d’incertitude s’écoulent. Maité, à la fois inquiète et exaspérée, dit: “je vais devoir aller la chercher, courir derrière elle pour qu’elle sorte comme si c’était un jeu, me fâcher et crier jusqu’à ce qu’elle prenne ses affaires et rejoigne les autres enfants?”. Mais non, Maité est restée à parler comme si le fait que Carmen ne sorte pas n’avait pour elle aucune importance. La petite se penche vers la porte et regarde, mais Maité est de dos. Et alors, comme cette fois-ci, Maité “ne s’est pas occupée d’elle”. Elle va chercher ses affaires. Elle s’assoit toute seule pour mettre ses chaussures et elle sort avec son manteau. Lorsque Maité part, elle passe “involontairement” près de Carmen et la félicite pour être sortie dans la cour et s’être préparée toute seule. Cette fois-ci a été différente, Carmen a gagné l’attention de l’adulte parce qu’elle a fait ce que l’on attendait d’elle. Pourquoi ça a fonctionné dans cette situation: “Ne t’occupe pas d’elle”? Si cela vous intéresse, je vous le raconterai dans le détail lors de la prochaine publication… Ah! Et si vous pensez qu’ainsi tout n’est pas gagné, je suis tout à fait d’accord avec vous! Mais, le chemin vers vos objectifs ne s’atteint pas en un seul pas… amor.gonzalez@lyceefrancaismoliere.es |