ACTuando con dirección
  • Inicio
  • Servicios
  • Terapia ACT
  • CONTACTO
  • Sobre mi
  • Blog
  • Entendiendo mi Ansiedad
  • Lo que nadie te ha dicho sobre la ansiedad
  • Autolesiones
  • FAQ
  • Taller Zona Segura

Cuatro pasos para enfrentarte a situaciones difíciles

14/1/2021

0 Comments

 
Imagen
Aviso a navegantes:
​
El giro copernicano en el cambio personal radica en soltar la teoría y zambullirse en la práctica.  

​Si no, me temo que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
…..

 
Hay momentos en los que necesitamos estar especialmente preparados. Como cuando vas a una entrevista de trabajo, o a decirles a tus padres eso que no quieren oír, cuando vas a tomar esa decisión que te da miedo porque te enfrenta con tus monstruos.

Sin embargo, es habitual que en esas situaciones empecemos a recular, nos cohibamos o tropecemos con nuestras palabras y actuemos torpemente.

Nuestra mente no nos dará un respiro y probablemente nos susurre que no lo vamos a conseguir, que no tenemos lo que hace falta, que mejor nos retiramos para no hacer el ridículo.

Estos u otros consejos igualmente tan poco útiles.

Así que, si quieres tener éxito en lo que emprendes cuando más lo necesitas, prepárate siguiendo estos cuatro pasos.


1.- Apertura

Probablemente sea el paso más difícil y lo que menos te apetezca experimentar: abrirse a esos pensamientos y sentimientos difíciles que tanto te angustian. 
​
Hacer espacio a las dudas, al nerviosismo, al enfado… no es agradable, pero ya están ahí. Así que la propuesta pasa por dejar de luchar contra ellos, hacerles sitio y seguir adelante.

Aún con el pensamiento de “eso no está hecho para ti” o "qué van a pensar de mí"  salir a por ello dando lo mejor de ti o con el pensamiento  “es demasiado difícil, no lo voy a conseguir” seguir adelante cada día.
 
Ojo, no basta con saberlo.
Sería demasiado fácil, ¿verdad?

Tendrás que vivirlo en tus propias carnes.

Practicar y practicar.

Sentir el miedo al ridículo y hacer la presentación aún con el pensamiento de “es terrible si me quedo en blanco”.

Hacerles sitio a sentimientos y pensamientos, observarlos cómo se mueven, van y vienen, suben y bajan en intensidad.

Como si fueran viejos cascarrabias conocidos saludalos: “Bienvenido, es-terrible-que-mis-padres-se-enteren-de-que-soy-gay”, toma asiento, obsérvalo, y déjalo estar. No discuta con él, no intentes cambiarlo en algo positivo, no intentes evitarlo.

Experimenta y sigue practicando.

2.- Presencia

Ahora toca enfocarse en lo que importa, aquí y ahora.

Esta tarea requiera toda tu atención. Date unos segundos para notar lo que pasa en tu cuerpo. ¿Cómo te sientes ahora? ¿Puedes sentir los dedos de tus pies? ¿Tus pies? ¿Tus piernas? ¿Tu estómago y tu pecho? ¿Y tus brazos? ¿Tu cara?

Cuanto mejor sientas tu cuerpo, más fácil será salir de tu cabeza, aterrizar y volver a concentrarte en lo que importa. Es una habilidad crucial, no solo para afrontar el desafío al que tienes que enfrentarte, sino en la vida en general.

También puedes poner tu atención en lo que sucede a tu alrededor.

¿Qué puedes ver? ¿Qué puedes oír? ¿Puedes diferenciar los sonidos? ¿Y qué hueles? No se trata de que respondas a preguntas, sino en que te concentres en tus sentidos.
​
No es un ejercicio cognitivo, sino un ejercicio sensitivo. Practicar el estar presente tanto contigo mismo como con tu entorno.

3.- Propósito
 
Ahora toca conectarte con tu objetivo.

¿Por qué razón vale la pena pasar este mal rato de conectar con pensamientos, sentimientos y sensaciones dolorosas o desagradables?

Será porque hay algo importante para ti.

¿Se trata de ser sincera contigo misma y con las personas que están en tu vida? ¿Se trata de dinero, o de algo mucho más importante para ti?

¿Cuál es realmente la motivación más profunda por la que realmente vale la pena mojarse?

Da igual lo que sea que te mueve.

Lo importante es que te tomes un momento para conectar con ello.
​
Puedes ayudarte de una palabra, o de algún objeto que te recuerde lo mucho que eso te importa, lo que ese propósito significa para ti.

Libertad, respeto, autonomía, crecimiento personal, emancipación, cariño, conexión, experimentar, sentir, coherencias, competencia…

Cuanto más presente esté, más fácil será hacerlo.



4.- Acción

Ha llegado el momento.
Los pasos anteriores los has dado para poder dar este últi
Te has abierto a la incomodidad, contactado con el momento presente, recordado el verdadero significado que esta acción tiene para ti.


Ahora toca actuar.

Llamar a la puerta de tu jefe para pedir un aumento de sueldo, invitar a casa al hermano con el que no te hablas desde hace años, anular tu boda aún con todas las invitaciones lanzadas…

Puede que falles y no des en el blanco.

Desafortunadamente no hay garantía para que esa declaración te salga bordada y puede que te sientas avergonzado/a o estúpido/a.

Sin embargo, lo has hecho.

Y esto es lo que marca la diferencia.

Llamar cuando toca llamar, irte cuando toca marcharse, pedir cuentas cuando toca reclamar lo debido...


Nota que eres tú quien toma la decisión y no tu miedo, y no tu nerviosismo, y no tus emociones, sino aquello que valoras de corazón.
 
Hacerlo puede que te lleve menos tiempo que leer este post.
​

Practica.

Prueba a convertirlo en un ritual: hacer algo difícil o molesto.
​​​Como una rutina, como levantar pesas en el gimnasio, cuanto más lo hagas más fuerza y habilidad consigues.
​
​Por ejemplo, pedir la hora a un extraño, llevar ese vestido que piensas que no te queda bien, levantar la mano en clase para preguntar, decirle “no” a tu hijo o marido/mujer, dejar ese trozo de chocolate sin comer, dejar si ver ese siguiente capítulo de tu serie favorita... 


Recuerda.

Para los momentos difíciles ten a mano estos cuatro pasos: 1. Ábrete a sentimientos y pensamientos difíciles; 2. Conéctate con el momento presente, con tu cuerpo y lo que te rodea; 3. Actualiza qué es lo que más te importa y 4. Da el paso hacia la acción.

​
Cordialmente,
Amor

 
 
​
0 Comments

Yo no le tengo miedo a la vida

5/11/2020

0 Comments

 
Imagen
"Yo no le tengo miedo a la vida!
 
Es lo que me suelta Lucía, como si nada,  en medio de una conversación mientras me pinta las uñas.

Hace siete años que nos conocemos.
En estos años, las dos hemos pasado y compartido momentos difíciles y otros dulces. 
 
Lucía es cubana.
Llegó a España huyendo de su país.
De la falta de todo, pero sobre todo de la ausencia de un futuro para ella y para sus hijos. Tiene dos, un chico y una chica.
 
Los tuvo que dejar en Cuba, al cuidado de su madre.
Les llamaba siempre que podía.
Lloraba su ausencia todos los días.
Enviaba el poco dinero que le “sobraba” limpiando casa.

Cuando consiguió la estabilidad suficiente para pagarles el viaje llegaron sus hijos y su marido.
Empezó una vida nueva.
Llena de esperanza y de proyectos.
Aprendió un oficio que hoy le da para sacar a su familia adelante y permitirse algún que otro capricho.
 
Sin embargo, un divorcio doloroso vino a llamar a la puerta.
Doloroso por el fondo, no por la forma.
Fueron más de veinte años de vida en común que quedaron reducidos a la indiferencia.
Y eso duele.
 
El encierro forzoso del COVID le llevó a replantearse qué hacer con su vida.
Su hijo mayor ya ha terminado la carrera, tiene trabajo y un nivel de ingresos que le permite independizarse.
Su hija acaba de entrar en el instituto.
La vida está encarrilada pero no es suficiente.

En este momento, Lucía siente un profundo vacío.
Ya no se encuentra aquí.
No ve futuro. Ha intentado montar un negocio para seguir adelante y prosperar, pero no encuentra la manera.
Quedarse haciendo todos los días lo mismo, la consume. No le aporta nada, no hay crecimiento, no hay reto.
 
Así que una vez más Lucia está haciendo las maletas para migrar. Esta vez a Florida.
La tierra prometida para muchos cubanos.
 
Empezar de cero.
Volver a la casilla de salida.
Ahora con 45 años.
 
Con la voz entrecortada por la emoción, la oigo que me dice, “Sabes, para los emigrantes la vida es dura, pero yo no le tengo miedo a la vida”.
 
Me conmovió.
Su lucidez por saber lo que quiere de la vida.
Su coraje por luchar por ello.
Su capacidad de tomar decisiones y de llevarlas a cabo.
Aún con el dolor de saber que deja a su hijo detrás, aún con la pena de cortar con lo que ya tenías ganado, aún con las dudas de si saldrá adelante si al fin tendrá éxito en su proyecto.
 
Con miedos, sí.
Con incertidumbre, normal.
Con dudas,  ¡claro!

Pero sin miedo a la vida.
 
No sé si Lucia tendrá éxito o no,  se lo deseo de corazón.

Pero lo que sí sé, es que ya ha ganado.
Porque en la medida en que uno hace de su vida aquello que quiere que sea está más cerca de eso que llaman felicidad que aquello/as que la persiguen desde el sofá del salón de su casa.
 
Si no sabes lo que quieres, o si las dudas te tienen paralizada, si no llegas a dar un paso en la dirección deseada y ves como vuelan los días, los meses, los años y se consume tu tiempo, tal vez te pueda servir de ayuda compartirlo con alguien que te pueda guiar y  acompañar en la búsqueda de tus respuestas.

0 Comments

Una cuenta bancaria emocional.

19/10/2020

0 Comments

 
Imagen
¿Está tu matrimonio todavía preparado para la pasión?
¿Preparado para resistir las crisis y los embates
¿Cómo te sientes en relación con tu pareja? ¿Distante o cercano/a?
 
Imagínate que tu pareja hace agua.
Ya no queda ni ilusión, ni cariño.
Os ignoráis, vais cada uno por vuestro lado, criticáis lo que hace el otro, discutís y menospreciáis lo que el otro dice,
 
En un intento de salvar los muebles, preparas un fin de semana sorpresa, una cena romántica, o un regalo inesperado.
 
¿Qué crees que puede pasar?
 
En el mejor de los casos, que caiga en un saco roto.
Y en el peor, que dé pie a otra disputa, otro desengaño y otro desencuentro más para añadir a la lista de agravios.
 
Y es que, para que la pasión pueda tener espacio, necesita una sólida base asentada sobre multitud de pequeños actos cotidianos y banales compartidos.
 
Si llevas un cierto tiempo viviendo en pareja o casado/a, probablemente ya te hayas dado cuenta que la vida en pareja no son fuegos de artificio ni “te quiero” a profusión, sino una larga conversación inacabada, formada de muchos momentos de complicidad y otros tantos de repetición y monotonía en el que cada uno encuentra la presencia del otro.
 
¿Qué tal te va en el día a día?
 
Prueba a contestar las siguientes preguntas[i]. Suma los verdaderos y, si el resultado es igual o superior a diez, ¡enhorabuena! Estáis ahorrando para el futuro, alimentando una cuenta bancaria emocional que os servirá de colchón frente a las crisis y mantendrá viva la llama de la pasión.
 
Si no llegas al diez, mira a ver si escuchando y respondiendo a tu pareja, y echándole una mano cuando lo necesita en los momentos triviales, consigues una relación más estable y que pueda dar pie a momentos románticos.
 
  1. Disfrutamos haciendo juntos pequeñas cosas, viendo la TV, yendo de compras. V  F
  2. Tengo ganas de pasar mi tiempo libre con mi pareja. V  F
  3. Al final del día mi pareja se alegra de verme. V  F
  4. Mi pareja suele interesarse por mis puntos de vista. V  F
  5. Disfruto charlando con mi pareja. V  F
  6. Mi pareja es uno de mis mejores amigos. V  F
  7. Creo que mi pareja me considera un amigo íntimo. V  F
  8. Nos encanta charlar. V  F
  9. Cuando salimos juntos el tiempo nos pasa volando. V  F
  10. Siempre tenemos mucho que decirnos. V  F
  11. Nos divertimos mucho juntos. V  F
  12. Somos compatibles espiritualmente. V  F
  13. Tendemos a compartir los mismos valores básicos. V  F
  14. Nos gusta pasar tiempo juntos. V  F
  15. Tenemos muchos intereses en común. V  F
  16. Compartimos muchos sueños y objetivos. V  F
  17. Nos gusta hacer las mismas cosas. V  F
  18. Aunque nuestros intereses difieran en ciertos aspectos, disfruto de los intereses de mi pareja. V  F
  19. Cuando hacemos algo juntos, por lo general lo pasamos muy bien. V  F
  20. Cuando mi pareja tiene un mal día, me lo cuenta. V  F
 
 
Si quieres cuidar de tu pareja y cultivar la pasión, empieza a regar tu día a día.
 
 
 
 
 
 


[i] Tomado de Siete reglas de oro para vivir en pareja de Gottman y Silver.
Haz clic aquí para editar.
0 Comments

Happy End

13/7/2020

0 Comments

 
Imagen

​

Clara viene a consulta forzada por sus padres.

Reacia a participar.
Preferiría estar tumbada en la cama llorando a pasar por la humillación de ser entregada como pasto (ese es su sentimiento) a las manos de una psicóloga.
 
La entiendo.
Cualquiera en su lugar se hubiera sentido igual.
 
Afortunadamente he aprendido a tratar a los demás como iguales.
Ni por zorro.
Ni por vieja.
Por principios.
 
No me importa la edad que tengas, adolescente o jubilado/a.
Ni el nivel económico, tu estatus social o nivel académico.
Me da igual el número de etiquetas que arrastres cual animal de carga; que te las hayas puesto tú mismo/a (“soy un fracasado”,” no valgo nada”), o te las hayan colocado los expertos en clasificar y calificara los demás (Depresivo, TOC, Ansiedad, etc.…)
 
Me importas tú como persona, como ser humano que busca ayuda o que sufre.
 
Y Clara sufría.
Así que, pasado el primer cuarto de hora en el que la suspicacia la mantuvo en alerta y a la defensiva como un perro de ataque, se calmó y pudimos conectar como dos personas en busca de un destino.
Cada uno del suyo.
 
Clara se fue de la consulta dispuesta a llevar a cabo una decisión que llevaba posponiendo desde hace meses.
No era fácil.
Pero necesario.
Así lo veía ella.
 
Pero como no era fácil, cada vez que daba un paso en esa dirección se alzaban barreras y buenas razones para no hacerlo.
Pero seguía siendo necesario.
 
Tan necesario como salir pitando de una olla de agua hirviendo, si no quieres terminar estirando la pata.
 
No sé si será verdad o no la historia de la rana que, si la metes dentro de una olla con agua hirviendo, salta fuera y se salva; pero si la metes en una cacerola llena de agua fría y la pones al fuego, como el agua se va calentando poco a poco, la rana se acostumbra y sin capacidad de respuesta termina cocida.
 
Tal vez sea mentira, pero a mí me sirve como imagen, como potente metáfora de cómo vamos adaptándonos poco a poco y aceptamos situaciones que nunca hubiéramos tolerado si nos las hubieran presentado todas a la primera.
 
Por mucho que intentes enfriar el agua de tu olla, si está colocada sobre el fuego de la vitrocerámica encendida a todo gas, tendrás pocas posibilidades de escapar.
 
Tal vez necesites de un termómetro que te ayude a medir la temperatura.
 
Tú al final siempre eliges, si quieres saltar o quedarte.
 
Clara saltó.
A la primera.
Decidida.
Convencida,
 
No fue fácil, pero lo hizo.
Al fin y al cabo, de eso se trata.
De hacer lo que te conviene.
De hacerlo fácil, no.
Lo que te conviene, sí.
 
A la semana siguiente,  Claro volvió.
Todavía escocía, pero contenta y orgullosa.
Y con el firme propósito de sentar sus padres en su lugar. 
Pero esa es otra historia.
 
No puedo apagar fuegos ni enfriar las aguas.
Pero si quieres aprender a saltar fuera de la olla en la que te estas cociendo, creo que te puedo ayudar.
 
0 Comments

Cuando los demás te ayudan a cavar tu pozo

3/7/2020

0 Comments

 
Imagen
 
Nuria tiene 24 años y ha pasado por unos cuantos momentos difíciles que ha ido sobrellevando de la mejor manera que pudo y supo.
 
De adolescente, cambió varias veces de casa y de país.
Ella hubiera preferido quedarse en su mundo, con sus amigas y en su cole.

Cuando llegó el momento de ir a la universidad y volar fuera del nido familiar, pensó: “Ya que estamos fuera…”. Y optó por estudiar en al extranjero.
​
Muerta de miedo, pero sin confesárselo a nadie, hizo la maleta una vez más.

Como ser vulnerable, aunque tengas 17 años no está bien visto, se vistió de lagarterana aparentando que estaba al cabo de la calle y empezó su teatro interpretando al prototipo de mujer madura y segura, que está de vuelta de todo.
 
Pero la procesión iba por dentro. Se sentía desbordada por la situación, sola, insegura, triste… Siguió creciendo y  representando su papel: asertiva, confiada, brillante, …

¡Lo que le costaba!
Qué miedo le daba la posibilidad de que descubrieran su circo.
 
¡Lo que le cuesta!
Cansado, muy cansado, agotador.
 
Nuria fue añadiendo capas de malestar sobre las capas de malestar anteriores.
Y empezó a quejarse.

A quejarse de todo.
A quejarse por todo.
Siempre.

Que si el trabajo es aburrido.
Que si el jefe no le hace caso.
Que si las oposiciones no hay quien las apruebe a la primera.
Que si mi hermana/madre es una pesada.
Que si no me gusta lo que has preparado para comer.
Que si este país es una mierdx.
Que si hace demasiado calor para ir de rebajas.
Que si hace demasiado frío para salir a pasear.
 
Un sinfín.
Un sin vivir para ella y para los demás que están a su lado.
 
Su novio, sus padres, sus amigos que bien la quieren intentan razonar con ella, ofrecerle otro punto de vista, darle alternativas, consolarla…
 
De nada sirvió y de nada sirve.
 
Nuria tiene siete problemas para cada solución.
 
Así que, cuantos más problemas, más quejas.
Y cuantas más quejas, más atención y cuidado recibe de los demás, ya sea en forma de crítica (“Jo, tía, como eres, siempre quejándote”), o en forma de apoyo (“Hija, tienes que aprender que los jefes son los jefes y que a veces no son justos”)
 
En este contexto, nada cambiaba.

Y aunque las situaciones cambien el modo de enfrentar su día a día, su malestar, los problemas que la vida le planteara sin pedirle permiso seguirá siendo el mismo.
 
A estas alturas, Nuria no es consciente de que está en el pozo de las quejas y que lo sigue cavando.
Los demás tampoco son conscientes de que le están ayudando en hacerlo más hondo, mas grande.
 
Si como Nuria, sientes que  te encuentras en un agujero, atascado/a y te ves a ti mismo/a cavando, no tengo polea ni ascensor que te saque de ahí sin esfuerzo.

Pero sí te puedo enseñar a reconocer de qué manera lo que tú haces, y cómo se comportan los demás contigo, son el problema y como contribuyen a mantenerte en él.
​

0 Comments

No dejes tu móvil, ni tu corazón, en las manos de otro/a

18/6/2020

0 Comments

 
Imagen
Ana agarró un día el móvil de su marido, cansada de ver las medias sonrisas que le iluminaban los ojos cuando llegaban los mensajitos de Whatsapp, y se encontró con el “pastel”.
 
Abro paréntesis para un consejo no solicitado: La conducta no verbal es muy difícil de controlar y, si quieres engañar a tu pareja, mejores consultas el móvil en el baño, que aunque no es el lugar más romántico, sí es el más seguro. Cierro paréntesis.
 
Me barrunto que WhatsApp habrá propiciado tantos divorcios como infidelidades. O sea, muchos.
 
Es tan fácil mandar un mensaje de texto, y recibir de forma inmediata o diferida un aluvión de emoticones, de propuestas salaces, sentir como la adrenalina te sube por la espalda y se te eriza el velo de la nuca y más…
 
Es tan agradable volver a sentir esa tensión en el bajo vientre y dejarse llevar por la llamada de la caza, por el sabor del fruto prohibido, por las propuestas de placer que exacerban el deseo postergado.
 
Decía McLuhan que el medio es el mensaje y yo añado, que el medio se ha convertido en parte del acto.
 
Luego viene el consumo.
Banal.
Y después la factura.
Previsible, aunque indeseado.
 
También resulta tremendamente fácil, dejarse llevar por la ilusión de que uno es feliz, si y solo si el otro le quiere, le respeta, y cumple con las reglas de juego (la fidelidad) sobre las que cree haber establecido su relación.
 
Así que, después del consumo y el empacho de los mensajes que no le eran dirigidos, a Ana también le vino la factura.
 
Bajo otra forma. La de pérdida.
 
Pérdida de un sueño, una ilusión, cuanto menos de un ideal: una relación basada en la confianza y el respeto.
 
¡Ay!
 
Tú que te creías a salvo en las manos de tu móvil y tú que te creías a salvo en las manos de tu pareja.
 
Dos errores muy comunes
Dos equivocaciones muy corrientes.
 
No hay nada que hacer, los hechos son los hechos, te vienen dados.
 
Por mucho que duela la traición, la rabia por la falta de honestidad, la tristeza por la pérdida de lo que se relevó como una quimera, los hechos no se pueden cambiar.
 
Pero sí queda mucho por elegir.
 
¿El qué?
 
No tengo la respuesta.
 
Cada uno tiene que encontrar la suya, las suyas.
 
Lo que si te puedo decir es que, sea cual sea la respuesta, la vas a tener que construir desde ti mismo/a y no en función del otro/a.
Sea cual sea la solución, no hay manera de evitar el dolor; pero sí de limitar su impacto.
Y ese es un camino de crecimiento personal en el que sí te puedo acompañar.
 
Mientras tanto no dejes ni tu móvil ni tu corazón al alcance de quién puede poner todos los ceros al final de la factura.
 
No, no conviene.

0 Comments

Sin tetas no hay paraiso

16/6/2020

0 Comments

 
Imagen
       
No tenía ni idea que fuera el nombre de una serie española.
Aunque no te lo creas, es verdad.
 
Soy de ese porcentaje de españoles que dice que no ve la tele y realmente no la ve.Nunca, nada: ni series, ni programas basura, ni informativos, ni documentales.
Tengo que confesar que en la fase más dura del confinamiento me tragué un par de series, pero todavía voy por el último capítulo de la primera temporada de “La Casa de Papel”.
 
O sea, un “outliner” sin tema de conversación con el común de los mortales.
 
Me encanta lo que hago y me da para estar entretenida, leyendo, investigando, probando.
En definitiva, haciendo mi trabajo y buscando la mejor manera de hacerlo cada día.
 
Hoy me ha tocado explicarle a una chica de 13 años, que la vida es eso que tiene delante o sea problemas, dificultades, contratiempos, incertidumbre y no las chorradas que le sirven las agendas y tazas de Mr Wonderful.
Y que el esfuerzo, el trabajo, el sudor, le sacarán de muchos más problemas que la inspiración, las ganas, la autoestima y la motivación por partes y todas juntas.
 
¡Mira que me ha costado que lo entienda!
 
Tiene tan metida en la cabeza la retórica dominante, que cuando le doy a elegir entre “en esta mano tengo los buenos resultados académicos que quieres conseguir y en esta otra una alta autoestima, tú ¿Qué eliges?
 
¿Qué crees que eligió?
Ella la autoestima, of course.
 
Entonces voy y le pregunto: ¿“Y tu para que quieres una alta autoestima?
Silencio.
 
Le pregunto si cuenta con que la autoestima le resuelva los problemas de mates por arte de magia y me dice no.
 
Vamos bien.
Así que vuelvo a empezar.
 
“Fíjate, ahora te propongo elegir entre la mano izquierda en la que está la motivación y la derecha en la que está los buenos resultados académicos, ¿Qué eliges?
 
La motivación.
Pues no vamos tan bien.
 
Así que vuelta a empezar: ¿y para que quieres la motivación?
Le pregunto si la motivación le va a resolver el examen de verbos en francés.
 
Tiene un momento de duda.
 
Le vuelvo a preguntar:  Y si no aparece la motivación a la cita para antes del examen, ¿crees que lo vas a aprobar? ¿Y si aparece la motivación qué vas a hacer?
 
Piensa que es una pregunta trampa.
 
Su cabeza empieza a entrar en conflicto entre lo que le han dicho desde siempre (hay que estar motivado, hay que tener una actitud positiva, hay que tener una alta autoestima…) y las conclusiones a las que llega a través de mis preguntas: parece que hay que hacer.
 
Hacer y punto.
Con o sin motivación, con o sin autoestima.
Hacer.
 
Sin tetas no hay Paraíso, o tal vez sí.
Es cuestión de gustos.
 
Pero sin hacer no hay cambio.
 
Y eso hasta cierto punto es lo fácil.
 
Lo difícil es hacer lo que hay que hacer en presencia del malestar, del miedo al fracaso, de la falta de ganas, del cansancio, de la retahíla de pensamientos que machacan, diciendo “no lo vas a conseguir”, “necesitas cuidar de ti, descansar”, “eres un fracaso, un/a inútil” …
 
Y eso no va a ser sin esfuerzo.
 
No.
 
Sin esfuerzo no hay cambio.
 
No sin esfuerzo no hay paraíso.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

0 Comments

¿En qué se parecen el miedo a volar y el miedo a los tiburones?

11/6/2020

0 Comments

 
Imagen

A mi hijo Pablo no le gustan los tiburones.
A mí, como animales, me fascinan.
Ahora que lo escribo, pienso que tal vez sea una secuela del oposicionismo madre/hijo que arrastramos desde la pre-adolescencia.
 ¿Quién sabe?
 
El caso es que, según él, les tiene pánico.
A mí tampoco me gustaría toparme un tiburón blanco, ni desde una jaula como las que usan los turistas “intrépidos” en Ciudad del Cabo.

El miedo de Pablo a los tiburones, le mantiene lejos de las playas, del Mediterráneo…
 
No si ya sé, en el mar no hay fronteras, no hay límites ni redes que interpongan una barrera entre su cuerpo serrano (en este caso valenciano)  y el terrible depredador y nunca se sabe…
 
Ya.
 
El caso es que tener miedo a los tiburones y limitar tu vida a no poner un pie en la playa es una opción, una elección entre tantas otras que tomamos en la vida.
¿Que su mundo es más estrecho porque en él no caben las costas del mundo mundial?
Pues mira, todavía le queda mucho territorio para vivir una vida plena, satisfactoria y llena de significado.

Y me dirás, ¿y si tuviera una novia a la que le encanta ir a la playa, navegar y que elige sus destinos de vacaciones buscando los mejores spots para bucear.
 
¡Ay!
 
Ahí sí duele, ahí sí, el no gustarle los tiburones puede convertirse en un problema para él. Tener que renunciar, limitarse en sus decisiones porque el miedo manda.

Ese si es un problema.
​
Y ese es el quid de la cuestión.
 

Limitaciones tenemos todos, más o menos evidentes, más o menos llamativas o conocidas.

El problema surge cuando lo que queremos, aquello que hace que, cuando nos metemos en la cama por la noche sintamos satisfacción, se vea limitado porque tenemos miedo, porque tu mente te dice “No, yo no puedo, nunca podré decirle a mi padre que abandono la carrera de Derecho”.
 
Que te aterran los aviones.
 
 ¿Y qué?
 
¿Que no vas a ver a tus padres/hijos, que te has privado de un viaje a Samarcanda, que has renunciado a un ascenso en tu carrera porque implica desplazarse por avión, que todos los años la elección de las vacaciones se ha convertido en un pulso con tu familia porque tiene que ser a un punto accesibles por medios terrestres?
 
Aquí todavía no tienes un problema.
 
Sólo si, tus padres/hijos te importan, si Samarcanda es tu destino soñado, si el ascenso es deseado y deseable y las necesidades de tu familia significan algo para ti, entonces ahí, si tienes un problema.
 
Una limitación no es un problema.
 
No vale la pena estar con la lupa diseccionando lo que es de cuerdos, bueno y sano y lo que es de locos, malo y patológico.

Si cuando te pones a mirar hay cosas que no te gustan, pero no te impiden avanzar en tu vida y vivirla como más te gusta y quieres, si me preguntas te diría “adelante”. Sigue.

Pero si notas que el peso con el que cargas te mantiene atascado/a, te impide avanzar, si me preguntas te diría: “creo que con eso te puedo ayudar”.

0 Comments

Evitación y escape, los Zipi y Zape del malestar emocional.

8/6/2020

0 Comments

 
Imagen
No leo.
No es que no sepa leer.
Pero tengo la mala costumbre de no leer los mensajes de las aplicaciones que me saltan cuando uso el PC.
Da igual que esté rellenando un formulario para hacer una gestión online, que buscando un email en mi correo.
 
No leo.
Aparece un mensaje y como si no fuera conmigo.
Es sistemático, lo hago siempre.
Una ceguera selectiva muy bien administrada.
 
No es nuevo.
Llevo años haciéndolo y la verdad que me causa bastantes problemas.
Gestiones erróneas que hay que deshacer y rehacer, enorme cantidad de tiempo perdido, confusión, frustración y asuntos pendientes que se arrastran.
 
Si me pongo a buscar la causa, seguro que la encuentro en la sensación de “subnormal profundo” que me queda después de leer la mayoría de los mensajes que algún buen-intencionado informático y/o consultor ilustrado ha tenido a bien redactar.
Son como las recetas del médico, tan fáciles de decodificar en la farmacia, tan crípticas e indescifrables en mis manos.
 
No me gusta sentirme tonta, no me gusta la sensación de impotencia que me genera, no me gusta sentir la rabia y las ganas de estampar el PC contra la pared (a falta de tener cerca el autor del “libelo”).
 
No me gusta, así que evito, pospongo, “delego”.
 
Como decía alguien, “lo de siempre, en estos casos”.
 
Lo de siempre es, evitación y escape, los Zipi y Zape del malestar emocional.
 
Cuando las cosas se ponen cuesta arriba, ¿a quién le gusta?

Si eres como el común de los mortales, intentarás evitar esa sensación (de ansiedad, de fracaso, de recelo, de impotencia…) esos pensamientos de autocritica o derrotistas, esas historias que te cuentas sobre ti mismo y lo que puedes o no hacer (otra vez no lo vas a conseguir, eres nulo, ni lo intentes…).

Si estas en medio del “fregao”, lo dejas, abandonas, escapas y con la huida vuelve cierta calma, al menos en el corto plazo.

Si estás escamado y no tienes ganas de enfrentarte a la adversidad, evitas. Tu mente te dará a buen seguro 500 buenas razones para no hacer. Ojo he dicho buenas razones.

Así que te conviertes en una persona muy razonable cuando te quedas en casa estudiando, porque te da demasiada ansiedad sólo el pensar quedarte sin conversación en una fiesta.

Y así, un suma y sigue que empieza a erosionar tu calidad de vida, limitando tu libertad para elegir qué hacer en función de lo que sea realmente valioso, importante y significativo para ti.

La vida se convierte en un corralito, grande o pequeño donde lo que haces está al servicio o condicionado por lo que no quieres sentir y/o pensar, que te proporciona malestar en todas las formas e intensidades posibles e imaginables.
 
Puedes seguir jugando al escondite con lo que temes, sólo tú eres quién para decidirlo.
​
Pero si estás cansado/a de vivir encorsetado/a,  y sientes que estás perdiendo oportunidades para vivir la vida que deseas cómo tú la entiendes, tal vez te pueda ayudar.
0 Comments

Memento Mori

29/5/2020

0 Comments

 
Deberíamos vivir con una ventana abierta a un cementerio. Michel de Montaigne
Imagen

Vivimos como si fuéramos inmortales.

¿Quién se levanta cada mañana con sentido de finitud?

Que levante la mano y que tire la primera piedra. Aunque duele, nos haces un favor, como cuando te limpian una herida con agua y jabón.

¡Gracias!

Cuando los generales romanos desfilaban por las calles de Roma después de un éxito militar, un siervo les iba susurrando “Memento mori”, recordándoles su condición de hombre y las limitaciones de la naturaleza humana: “Recuerda que eres mortal. No eres un Dios, no eres eterno”.

Se abolió la servidumbre y, tanto los generales como el resto del común de los mortales, nos las tenemos que apañar solitos. Sin nadie que nos recuerde que tenemos fecha de caducidad.

Tenemos que encontrar nuestro sitio en el mundo.

Y encajar en el tiempo del que disponemos, aquello que realmente queremos hacer: vivir, conocer, experimentar, ensayar, probar, descubrir, percibir, sentir, crear, investigar, intentar…
 
Palabras todas que son verbos de acción, todo ello requiere un propósito.
 
No confundir acción con agitación, moverse de un lado para otro, estar continuamente en movimiento o planificando, programando, proyectando con la lengua fuera y la mirada clavada en un mañana y/o en un después.
 
Porque hacer con propósito requiere una dirección, y por eso hay que plantearse: ¿Hacia dónde me voy a mover?
 
Cuando formulo esta pregunta a las personas que me consultan, normalmente se produce un momento incómodo. Los segundos se alargan, el silencio se estira, el eco me devuelve mi propia voz.
 
Momento de gran soledad.
 
Este hito es para mí es el más delicado y difícil de abordar.

Las personas tienen menos dificultades para hablar del pasado que abordar lo que quieren para el futuro. Te cuentan su "vida perra", se detienen en los momentos más duros y escabrosos, admiten lo inconfesable y más, revelan sus miedos, dudas, frustraciones y sufrimiento con infinidad de detalles y anécdotas.
 
Para muchos, mirarse el ombligo o al pasado, a lo que pudo ser y no fue, resulta más fácil que afrontar el presente y levantar la vista para otear el horizonte.
 
Si lo tienes claro, clarísimo, meridianamente claro, lo que sigue no va para ti.
 
A falta de siervo que te recuerde “Mira detrás de ti. Y recuerda que eres un hombre, no un Dios”, tal vez te pueda ayudar la siguiente cuenta:
  • Esperanza media de vida del español: 83 años, 85,8 si eres mujer (aquí los meses cuentan y mucho).
  • Multiplícalo por 52, las semanas del año, obvio.
  • Réstale a ese resultado la cantidad de semanas ya vividas.
  • Resultado: Lo que te queda de vida, tu Capital Vital.
 
¿Te queda poco o mucho?

Tenemos poco control sobre esto. Pero lo que sí podemos decidir es cómo lo queremos aprovechar.

¿En qué quieres invertir tu mayor riqueza?

¿A qué consejeros te quieres encomendar?
​¿El miedo, las dudas, la preocupación por lo que pueda pasar, la vergüenza, el remordimiento, la culpa…? A esperar a tener hijos, a divorciarte, a tener un trabajo, a acabar la carrera,  a adelgazar 20 kilos, a ahorrar para mañana…
 
¿Cómo te va con ellos?
 
No doy consejos, pero tal vez te pueda ayudar, orientar, guiar en la búsqueda de amueblar tus semanas con aquello que realmente tenga sentido para ti.

0 Comments
<<Previous

    RSS Feed

    Categorías

    All

    Archivos

    January 2021
    November 2020
    October 2020
    July 2020
    June 2020
    May 2020
    April 2020
    March 2020
    February 2020
    January 2020
    December 2019
    November 2019
    November 2018
    August 2018
    July 2018
    June 2018
    May 2018
    April 2018

Política de Cookies

Política de Privacidad

Aviso Legal

  • Inicio
  • Servicios
  • Terapia ACT
  • CONTACTO
  • Sobre mi
  • Blog
  • Entendiendo mi Ansiedad
  • Lo que nadie te ha dicho sobre la ansiedad
  • Autolesiones
  • FAQ
  • Taller Zona Segura